Unos 200 ucranianos viven en pisos tutelados en Vigo después de un año de guerra
Un año de la invasión rusa
La mayoría son mujeres y niños que residen en pisos de Provivienda o en alquiler gestionado por la ONG. Han aprendido español y buscado empleo con suerte dispar y los niños se han adaptado al ritmo escolar, mientras otros muchos han vuelto a su país
Mañana se cumple un año del inicio de la invasión rusa y con ello de la guerra en Ucrania y el desplazamiento forzoso de millones de personas. Desde hace unos once meses hay en Vigo instalados unos 200 refugiados en algunos de los pisos que gestiona la ONG Provivienda, y en otros de alquiler normal con ayuda de la propia organización, que colabora con el Gobierno en este tipo de alojamientos. Ya lo hizo en el pasado con algunos de los jóvenes rescatados en el Mediterráneo por el buque “Open Arms”, que estuvieron en Vigo hasta que lograron asentarse y poder vivir por su cuenta, y más recientemente con un pequeño grupo de afganos traídos a la ciudad por el Ejército español huyendo de los talibanes. En el padrón municipal de Vigo hay unos 320 ucranianos dados de alta, aunque en este año ha habido mucho movimiento de entrada y salida. Antes del exilio forzoso de las mujeres y niños -los hombres se han quedado a combatir- ya había una colonia de algo más de un centenar de ucranianos, que incluso ahora disponen de una organización, denominada Girasol, con Marta Skyba como su portavoz habitual.
Ana Pardo, la coordinadora de la ONG Provivenda en Galicia, con centro en Vigo, destaca que hay mucha movilidad y que muchos han vuelto a su país o se fueron a otro lugar. “Es la lógica migratoria, tratar de volver a tu país o lo más cerca posible, o buscar otros destinos donde puedas estar en mejores condiciones”.
Destaca Pardo que los ucranianos tienen a favor contar con un perfil muy alto educativo y profesional, “pero aquí sus títulos no valen hasta que son convalidados, y eso es un proceso largo”. Su situación actual es la misma que a su llegada. “Llevan un año aquí y pueden estar acogidos en nuestros pisos durante otro año más al menos, en función de cómo se desarrollen las cosas”, precisan en Provivienda. En concreto, hay 150 en acogida en Vigo y otros 95 en Ourense. En las primeras semanas, por emergencia hubo 119 alojados en hoteles. Casi todos acabaron en los pisos de la ONG.
Alina, huida de las bombas: “Tengo dos hijos que cuidar”
Alina vivía hace un año en una ciudad al Este de Ucrania, en la provincia de Petrovsky, no muy lejos de la frontera rusa, cuando en una noche se acabó todo lo que era su vida. “Llegó un bombardeo intenso, mi marido cogió el coche y nos marchamos con los niños, de ocho y de un año y medio, hacia Polonia y de ahí más tarde a España”, cuenta desde la relativa tranquilidad de miles de kilómetros de distancia con la guerra provocada por Rusia. En estos diez meses que lleva en España, ya ha aprendido algo de español, aunque no suficiente para mantener una conversación fluida. Hace de intérprete María, también ucraniana, quien llegó a España antes, hace cuatro años, huyendo de una guerra civil que había estallado en otra región de Ucrania. “Cuando llegué no sabía nada, pero sigo aprendiendo, me parece más fácil que el inglés, porque se lee como se escribe”, explica en un castellano más que correcto. El encuentro se desarrolla en la sede de Provivienda, la entidad que colabora con el Gobierno en gestionar la residencia y la estancia de los más de 200 ucranianos que llegaron hace un año a Vigo, con Quequé Miniño, responsable de promoción internacional de la ONG como testigo.
A Alina le gustaría volver a Ucrania, pero reconoce que no sabe qué se podría encontrar al regresar ni dónde volver tras la guerra. “Espero que mi familia venga a buscarme, porque estoy sola con dos niños tan lejos”, reconoce. "También veo las opciones que hay aquí, Provivienda ayuda mucho con los niños para adaptarse al colegio, organizan actividades extraescolares. Encontraron una guardería para la pequeña y ayudan mucho a aprender español y también en la busca de empleo, ayudan mucho para que yo también pueda ser un miembro de este país”, dice Alina.
La suya es la triste historia de miles de refugiados. “Un día bombardearon muy fuerte la ciudad, mi marido cogió el coche y debajo de las bombas fuimos hasta la frontera con Polonia (a un millar de kilómetros). Allí nos acogió una familia, después nos fuimos a España. Llevamos diez meses. Primero nos aceptó una familia española y después Provivienda”. ¿Qué le parece Vigo?: “Me gusta muchísimo, la naturaleza es única y la gente muy abierta y muy buena. También me gusta la arquitectura y las infraestructuras muy buenas en transportes y colegios”. Sobre la guerra dice que “lo único podemos es orar para que se acabe y esperar, nada más. Es difícil hacer un pronóstico, porque parece que empeora”. ”Hay un grupo de ucranianos que a veces damos un paseo por el parque, estamos en contacto, un día fuimos al cine. No tengo derecho a ser pesimista porque tengo dos hijos que cuidar”, afirma Alina.
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