Dos exilios de Harold: primero de Cuba y después de Ucrania

Un año de la invasión rusa

El cubano que hace dos décadas pudo emigrar hasta Ucrania e instalarse, también escapó con su familia ucraniana para asentarse en el entorno de Vigo

PFE/JTA

Publicado: 23 feb 2023 - 00:03 Actualizado: 23 feb 2023 - 00:04

Harold, cubano, con su mujer y su hija ucranianas, ahora frente al mar de Santa María de Oia.
Harold, cubano, con su mujer y su hija ucranianas, ahora frente al mar de Santa María de Oia.

Un año después de que Santa María de Oia ofreciese un hogar a un total de 15 ucranianos escapados de la guerra, la vida continúa para todos ellos, aunque no de la misma forma. En la actualidad solo dos mujeres continúan en la casa de acogida gestionada en un primer momento por las comunidades de montes del municipio y luego por el Concello de Oia. Algunos regresaron a su país natal y comunicaron que no van a volver jugándoselo todo a una carta, otros no lo tienen claro y el resto siguieron su camino. Sin embargo, una de las seis familias que hasta Navidad engrosaban el padrón oiense va a contracorriente y por el momento se ha hecho un hueco en la localidad.

El caso más llamativo, por su singularidad, probablemente sea el de Harold, un hombre de origen cubano, residente en Kiev durante las dos últimas décadas, quien maneja con soltura varios idiomas, y para quien el castellano es su lengua natal. Harold logró salir de Cuba siendo todavía muy joven, con apenas 20 años, para tratar de ganarse la vida fuera de la isla y su destino fue el Este de Europa gracias a que como muchos otros cubanos sabía ruso. Se instaló en Rusia y luego en Ucrania, donde formó una familia y donde se integró en el país. Todo eso durante casi dos décasdas, hasta hace un año, cuando como otros miles de refugiados tuvo que dejarlo todo para escapar de la invasión y tomar el camino del exilio, en su caso por segunda vez. Así llegó hasta Vigo y poco después se instaló en Santa María de Oia, donde continúa por el momento.

Junto a su mujer Lena y su hija Cristina comenzaron una nueva vida que confían en que resulte prometedora y que de momento lo está siendo. La pequeña de los tres está completamente integrada, cursa segundo de primaria en el colegio y “se defiende muy bien con el castellano”, hasta el punto que ya está recibiendo clases de gallego. Ella acude regularmente a un curso intensivo en A Guarda. “Escribe mejor que muchos de aquí”, comenta entre risas, mientras explica que confía en que su mujer consiga un empleo una vez que supera la actividad formativa. “Lo va llevando, pero le cuesta un poco más que a mí. Necesita un empujoncito”, manifiesta.

Él no tuvo problemas en conseguir un trabajo, actualmente es el encargado de eventos del Talaso Atlántico, el balneario de agua de mar situado en Cabo Silleiro, en las proximidades de Baiona. También le legaron ofertas desde el Parador Conde de Gondomar, en la propia villa baionesa, pero según pudo averiguar este diario las rechazó por fidelidad a aquellos que le echaron un cable cuando más lo necesitaba. Ahora los tres viven en un apartamento en Viladesuso, en el municipio de Santa María de Oia, una zona abierta al mar que nada tiene que ver con Ucrania, pero que se sitúa en el mismo mar Atlántico que Cuba. “Está muy bien para arrancar”, explica. En cuanto a si tienen pensado quedarse definitivamente Harold no se pronuncia. “Nunca se sabe, hace algo más de un año teníamos nuestra vida a miles de kilómetros y ahora estamos aquí”, manifiesta, mientras afirma que “si nos quedamos o no el tiempo lo dirá”.

En sus primeros días en Oia, Harold ejerció de intérprete de los ucranianos recién llegados y así siguió durante un tiempo, como portavoz de la pequeña comunidad que había llegado a uno de los municipios con menor población de todo el entorno de Vigo, con apenas 3.000 residentes. “Cuando llegué a Ucrania, el clima te permitía pasar una noche a la intemperie, pero dos no, porque morías, me adapto a lo que haya”.

Maragda Santillana: “La mayoría pensaba en que sería un refugio temporal”

Maragda Santillana es probablemente una de las personas que, al menos en Vigo, mejor conoce de primera mano el éxodo ucraniano. Se hizo famosa porque hace algo menos de un año acogió en una vivienda en el Casco Vello a más de 40 ucranianos recién llegados. Tres meses después se fueron desperdigando. “Seis volvieron a su país, una joven por causa mayor porque llegó embarazada sin saberlo y por miedo a perder la nacionalidad ucraniana, se volvió para dar a luz en Kiev y poder estar junto a su marido”, explica. Sobre su experiencia, reconoce que no fue nada fácil y destaca que “cumplimos con el objetivo de aportarles cobijo, bienestar y seguridad”. Recuerda que Javier Vaqueiro, carnicero del mercado del Progreso, lideró una campaña para que los fruteros y pescantinas ayudaran semanalmente con donaciones de alimentos. “Fueron momentos muy especiales en los que nos sentimos apoyados y arropados por todo el barrio”, señala.

“Es impresionante ver como a veces nos cuesta dar el primer paso, pero si otros lo dan por ti, como hicimos nosotros, es mucho más fácil ayudar” señala, no sin reconocer que la parte complicada de estas ayudas humanitarias es la estructuración organizacional. “Hubiera sido mucho más fácil si se hubiera liderado por parte de la Administración y se distribuyeran las ayudas de forma ordenada y con sentido común”, asegura Santillana.

“Ellos llegaron con la esperanza de encontrar un refugio temporal. Creían estar pidiendo auxilio por un mes. Nadie se esperaba que se fuera a alargar tanto y ahora deben estar comenzando a comprender que tienen que retomar su vida hacia un nuevo futuro quizás lejos de su hogar o su país”.

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