El Nobel de Química premia el hallazgo de puntos cuánticos

Anuncio del Nobel de Química. // Europa Press
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Los galardonados son el francés Moungi Bawendi, el estadounidense Loius Brus y el ruso Alexei Ekimov

El Nobel de Química distinguió al francés Moungi Bawendi, al estadounidense Louis Brus y al ruso Alexei Ekimov por el hallazgo y desarrollo de los puntos cuánticos, que revolucionaron la nanotecnología y que tienen múltiples aplicaciones en electrónica, medicina y química.

Esas partículas tan pequeñas “que su tamaño determina sus propiedades” iluminan pantallas de ordenadores y televisores, así como lámparas LED, y son usadas para provocar reacciones químicas o para extirpar tumores, explica la Real Academia de Ciencias Sueca, institución que otorga el premio cada año. Ekimov y Brus crearon de forma independiente puntos cuánticos y Bawendi transformó los métodos para producirlos mejorando su calidad, lo que permitió su uso en nanotecnología.

Este año, el nombre de los ganadores había sido revelado en un comunicado, horas antes del anuncio oficial, enviado por error por la Academia a varios medios suecos. El secretario general de la Real Academia Sueca de Ciencias, Hans Ellegren, lamentó “profundamente” el envío, por “una razón aún desconocida”, del comunicado, aunque destacó que “lo importante es que no afectó en ningún modo a la concesión de los premios”.

Ellegren hizo estas declaraciones en la rueda de prensa en la que se anunció el galardón de forma oficial, a la que también se conectó por teléfono uno de los galardonados Bawedi, quien aseguró que estaba “muy sorprendido y honrado” por un premio que no esperaba y del que supo cuando recibió la llamada de la Academia Sueca, pues estaba durmiendo.

El proceso

Durante décadas los científicos especularon con que las nanopartículas podían tener características inusuales y, a través de herramientas matemáticas, predijeron numerosos efectos cuánticos dependientes del tamaño, pero carecían de la tecnología necesaria para probarlo en la práctica.

A finales de la década de 1970, Ekimov, que entonces trabajaba en un instituto óptico estatal en la Unión Soviética, se empezó a interesar en cómo una misma substancia podía producir vidrios de distintos colores y usó semiconductores para examinarlos.

Decidió elaborar cristales coloreados con cloruro de cobre, calentó el vidrio fundido y, una vez enfriado y endurecido, lo pasó por rayos X, descubriendo que la absorción de luz se veía afectada por el tamaño de las partículas: por primera vez, alguien había producido de forma deliberada puntos cuánticos.

Dos años más tarde, Brus se convirtió en el primer investigador en descubrir efectos cuánticos dependientes del tamaño en partículas flotando de forma libre en un fluido. Mientras trabajaba en cómo usar la energía solar para provocar reacciones químicas, decidió usar partículas de sulfuro de cadmio, que pueden capturar la luz, con un resultado sorprendente: las de mayor tamaño absorbían la luz a longitud de onda habitual, pero las más pequeñas tenían una absorción que cambiaba hacia el color azul. Pero su método tenía un problema: la calidad de las nanopartículas era impredecible y muchas contenían a menudo defectos, lo que limitaba sus aplicaciones.

Bawendi, entonces un estudiante de postdoctorado, se incorporó en 1988 al laboratorio de Brus, donde trabajó en el desarrollo de métodos para mejorar la producción de puntos cuánticos, tarea que continuó luego en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (EEUU). Y en 1993 se produjo el avance definitivo: inyectando las substancias que luego formarían nanocristales en un disolvente calentado, saturó la solución, lo que hizo que se empezaran a formar de modo simultáneo diminutos embriones de cristal y, variando la temperatura, crearon cristales de distinto tamaño.

Los cristales producidos eran “casi perfectos” y provocaban diferentes efectos cuánticos, lo que abrió el camino para que más científicos empezaran a trabajar con la nanotecnología y con las propiedades de los puntos cuánticos.

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