Navidad de 1914: cuando los soldados pararon la guerra

Estatua que se erige frente a la iglesia de San Lucas en Liverpool y que muestra a dos combatientes alemán y británico antes de jugar al fútbol.
photo_camera Estatua que se erige frente a la iglesia de San Lucas en Liverpool y que muestra a dos combatientes alemán y británico antes de jugar al fútbol.
Combatientes alemanes y británicos dejaron las trincheras, compartieron bebida, regalos y cigarrillos, jugaron al fútbol y cantaron villancicos

El 8 de julio de 1914, el mundo se enfrentó al conflicto bélico más devastador en toda la historia de la Humanidad registrado hasta la fecha. El 28 de junio de aquel año, en un clima de alta tensión especialmente localizada en la zona de los Balcanes de la Europa central, el archiduque Francisco Fernando, príncipe imperial de Austria, Hungría y Bohemia, visitaba la ciudad de Sarajevo en compañía de su esposa la duquesa Sofía Chotek. Coincidiendo con su visita, una organización compuesta por revolucionarios independentistas balcánicos llamada Joven Bosnia, preparó un atentado para acabar con la vida de la pareja y legitimar así ante la opinión pública mundial su oposición a la dominación del Imperio Austrohúngaro que el archiduque y su esposa representaban en el sentir de los grupos étnicos expandidos por el territorio y todos ellos opuestos a su gobierno.

Los conspiradores, todos ellos prácticamente adolescentes y agrupados en una rama dependiente de la secta secreta Mano Negra, se apostaron en el trayecto del cortejo y lanzaron una granada al paso de la comitiva fallando en su intento, hiriendo a dos viajeros de un coche de respeto, y retirándose a todo correr. Sin embargo, el joven serbiobosnio Gavrilo Princip, cuya misión era formar parte del grupo pero sin tarea concreta, fue quien finalmente consumó el plan. Lo hizo casi por casualidad, cuando el cortejo había finalizado el paso oficial y se dirigía a visitar a los pacientes de un sanatorio. Y solo el azar permitió que el automóvil presidencial, atrapado en un laberinto de calles estrechas, volviera sobre sus pasos, el cambio se bloqueara, y quedara a merced del atacante casualmente sorprendido por el paso del vehículo con sus objetivos a bordo, en la puerta de una pastelería.

Princip fue por tanto quien desenfundó una pistola Browning FN 1910, e hizo fuego contra sus ocupantes alcanzando a Francisco Fernando en el cuello y a su mujer en el abdomen. Ambos fallecieron muy poco después, mientras el asesino era capturado en el momento de perpetrar el atentado. El agresor intentó poner fin a su vida en aquel mismo momento pero no lo consiguió, fue desarmado, capturado y sometido a juicio. Como solo tenía diecinueve años, no fue condenado a la pena capital sino a cadena perpetua. Encerrado en la fortaleza de Terezin, desnutrido y tuberculoso, falleció tres años después de cometer el atentado pesando menos de cuarenta kilos.

Una guerra devastadora

En todo caso, aquel suceso al que en un principio la opinión pública apenas otorgó importancia, acabó convirtiéndose en el desencadenante de una guerra terrible que se inició con escaramuzas bélicas en los Balcanes y se generalizó pronto, sumiendo el mundo en un conflicto de pesadilla que duró hasta noviembre de 1918 y que costó la vida de diez millones de soldados mientras otros veinte millones resultaron heridos en los campos de batalla. Los datos más aproximados espeluznan y suelen coincidir. Murieron dos millones de rusos y fueron heridos cinco millones. Alemania contabilizó otros dos millones de muertos y 4’2 millones de heridos. Francia perdió 1’4 millones de combatientes y fueron heridos 4’2 millones. El imperio Austrohúngaro perdió 1’4 millones de soldados y 3’6 resultaron heridos. El Reino Unido contabilizó 986.000 muertos y 2 millones de heridos, mientras Italia perdió 600.000 de sus tropas más un millón de heridos. El pequeño ejército de Serbia perdió las tres cuartas partes de sus efectivos, es decir, 130.000 muertos y 135.000 heridos mientras los Estados Unidos cifran sus pérdidas en 117.000 combatientes muertos en un periodo de apenas un año, pues el país entró en el conflicto en 1917.

En esta cifra no se incluyen las bajas civiles cuya cifra es muy difícil de concretar. Unos autores la fijan en cinco y otros en diez millones de víctimas. Las estimaciones más pormenorizadas estremecen aún más que las globales. Por ejemplo, las sangrientas batallas de Verdún y el Somme pudieron causar un millón de muertos. En la jornada del 22 de agosto de 1914, al principio de la contienda, 27.000 soldados franceses perecieron en el frente ese mismo día. Es el más sangriento en toda la historia militar de Francia.

Todos los autores coinciden en afirmar que aquel primer año de enfrentamiento fue el peor de toda la guerra y el que más muertos contabilizó en los cuatro infernales años que duró la contienda hasta la firma del armisticio en Versalles el 11 de noviembre de 1918. Fue una guerra atroz y devastadora no solo en el aspecto humano, desmochando sin piedad a toda una generación de jóvenes del mundo –en el conflicto participaron promociones de jóvenes procedentes de todos los continentes- sino en el aspecto económico en el que los países litigantes gastaron cuatro veces el montante de su Producto Interior Bruto. En 1918 vencedores y vencidos estaban simplemente en la más absoluta ruina: financiera, geopolítica y social. Setenta fueron los países beligerantes aunque en el principio del conflicto tan solo eran veinte. Todos ellos fueron arrasados de un modo u otro. Sin embargo, en aquel ámbito de pesadilla con el continente en llamas y las peores condiciones de vida posibles, hubo un resquicio que permitió creer aunque fuera por un corto periodo de tiempo, en la bondad del género humano.

Canción de Navidad

Paul McCartney, se inspiró en el episodio para dotar de imágenes el videoclip promocional acompañante de la canción “Pipes of peace” lanzada al mercado durante 1983 con la que alcanzó su primer número 1 en solitario. Y su impactante significado acabó inspirando dos películas y numerosos libros. Cinco meses escasos después del inicio del conflicto, en varias zonas de un frente occidental abrasado por la artillería pesada, erizado de socavones producto de los proyectiles y sembrado de trincheras cercadas por alambre espino, huellas de cañones de gran calibre y cadáveres mutilados y carbonizados, los combatientes de ambos bandos hicieron un alto en el aterrador camino de la guerra para celebrar amistosamente y en común la Navidad.

La primera Navidad de un conflicto bélico apocalíptico propuso una tregua espontánea y no pactada que se extendió por todo el frente oeste y permitió una asombrosa confraternización entre los combatientes de ambos bandos en litigio. Por unas pocas jornadas, cesaron los cañones, se vaciaron las trincheras y los soldados salieron a la tierra de nadie para enterrar a sus muertos, intercambiar regalos con el ejército rival, beber de la misma petaca, cantar emocionados y juntos villancicos en francés, alemán e inglés, y jugar al fútbol. La tregua de Navidad fue mucho más que un periodo de no agresión en un contexto de combate continuo. Fue una decisión no programada que las tropas eligieron incluso a espaldas de sus propios oficiales a muchos de los cuales aquella situación imprevisible les costó un buen disgusto. Un episodio hermoso por tanto y cuajado de misterio y mágica trascendencia que nunca más volvió a repetirse.

A pesar de que no existe una agenda completa de los sucesos que acontecieron aquellas primeras Navidades en guerra, muchos de los testimonios que posteriormente fueron recibiéndose en retaguardia narrados por los soldados y oficiales de ambos bandos que se batían en el frente, se supone que la situación comenzó a gestarse en la última semana del mes de diciembre. Para ese tiempo, la llamada “guerra de maniobras” que exigía desplazamiento de tropas e impedimenta se había estabilizado, y los ejércitos que se batían en el frente compuestos mayoritariamente por combatientes alemanes y británicos, se habían quedado pegados a sus posiciones y enzarzados en una terriblemente cruel guerra de trincheras en la que los ejércitos apenas conquistaban unos pasos y sus miembros morían a cientos disparándose y cargando desde un lado y el otro del terreno con una tierra de nadie de por medio. No había avances sustanciales sino combates a corta distancia o cuerpo a cuerpo que acababan con el campo de batalla sembrado de muertos, y los supervivientes retornando a sus posiciones en la trinchera hasta nueva orden. El combate se disputaba a tiros de fusil y pistola, ametralladoras, morteros e incluso cuchillos y bayonetas.

Noche de paz y de fútbol

Aquel día de Navidad de 1914 fueron al parecer los alemanes los primeros en dar el paso. Algunos oficiales británicos comprobaron estupefactos como un reducido grupo de enemigos asomaba prudentemente la cabeza por el terraplén de sus defensas, alzaba los brazos y una bandera blanca, y se aventuraba a pie y sin armas hasta la tierra de nadie. Los británicos respondieron a la invitación, salieron de sus refugios y también caminaron al encuentro de sus rivales. Cuando se encontraron, se dieron la mano, se abrazaron con afecto y compartieron lo que tenían. Unos soldados ingleses volvieron para aportar una pelota de fútbol, y la tropa de un lado y otro pronto organizó un partido en el territorio neutral como preámbulo de una velada en paz en la que soldados de unos y otros países en litigio encendieron velas y cantaron emocionados y a coro canciones de Navidad. En el partido, los británicos ganaron 3 a 2, aunque no hay constancia oficial del resultado.

Los que jugaron al fútbol y la estatua que los hace eternos

Nadie sabe a ciencia cierta cuántos soldados alemanes y británicos -aunque también los hubo franceses, belgas e incluso rusos en el frente del Este- participaron en esta tregua no pactada ni oficializada que espontáneamente propusieron las tropas combatientes aún incluso a despecho de las decisiones disciplinarias que pudieran adoptar los oficiales. Algunas fuentes proponen la cifra de cien mil soldados de los dos bandos como aquellos que decidieron aplazar la guerra para pasar unas jornadas de serena confraternidad con el rival y compartir lo que había con los del otro lado de las trincheras. Lo que sí abundan son testimonios de oficiales y tropa protagonista de esta inaudita escena. De hecho, se sospecha que el alto mando de los ejércitos en litigio decidió silenciar el episodio para no ofrecer imagen de debilidad en un primer año en el que la guerra alcanzaba picos de ferocidad nunca vista y que sería todavía más cruel cuando los campos de batalla se vieron inundados por el empleo de gases mortíferos.

La prensa yanqui

Sin embargo, y como no podía ser menos, los corresponsales de guerra estadounidenses fueron los primeros en publicar referencias sobre unos hechos que desafiaban los horrores de una contienda de una crueldad extrema. La prensa del otro lado del Atlántico, que seguía ávidamente el conflicto incluso mucho antes de que el país entrara en guerra y las tropas expedicionarias norteamericanas llegaran para pelear en los campos de Francia al tiempo que se estrenaban en el combate aéreo sus pilotos, fue la primera en hacer referencia a la tregua de Navidad apelando a testimonios obtenidos de propia voz de los combatientes, un escenario parecido al que aportó la prensa española facilitando informaciones sobre la famosa gripe.

Una vez publicadas las primeas crónicas el fluir de informaciones al respecto fue incontrolable. Los testimonios se fueron agolpando e inundando de humanidad y de ternura los corazones de la sufrida opinión pública que seguía y padecía naturalmente los horrores de la guerra: “Yo me acerqué a un oficial alemán –contaba un joven teniente escocés sobre su experiencia- y le pedí que me regalara un par de botones de su capote porque soy coleccionista. Yo le regalé a mi vez dos botones del mío. Nos abrazamos y fumamos juntos sin entender ni una sola palabra de lo que ambos decíamos. A mi lado, el servidor de una de las ametralladoras de nuestra trinchera que era peluquero en la vida civil, le cortaba el pelo a un soldado alemán que se había sentado dócilmente en suelo”. Los recuerdos de aquel tiempo insólito se fueron amalgamando y ofrecieron un hermoso panorama de amor y esperanza en medio mismo de la más terrible tragedia.

All together now

Las treguas más largas se prolongaron hasta el “boxing day” con el que los británicos señalan el día 26 de ese mes, hoy famoso porque se celebra en esa fecha una multitudinaria y popular jornada en las ligas de fútbol de todo el Reino Unido. Recibe su nombre del día en el que los más pudientes regalaban a sus servidores y aparceros cajas conteniendo regalos en ropa y alimentos habitualmente sobrante de la cena o la comida navideña.

Nadie sabe tampoco cuantos partidos de fútbol se celebraron aquellos días entre los integrantes de las tropas en litigio. Lo único cierto es que frente a la iglesia de San Lucas en Liverpool, existe una hermosa estatua que representa a dos soldados, uno alemán y otro británico, estrechándose la mano con un balón de fútbol de por medio para conmemorar aquella tregua de Navidad en la que el fútbol fue uno de sus mejores protagonistas. La estatua se conoce con el nombre de “All together now” y en 2014, la UEFA promocionó una serie de actos relacionados con estos hechos y en recuerdo de los soldados futbolistas en el centenario de los hechos.

El novelista británico, Robert Graves que eligió la localidad balear de Calviá para vivir su madurez, era un joven oficial británico de los que jugó al fútbol en aquella jornada histórica. Su experiencia se convirtió en un bello relato llamado “Tregua de Navidad”.

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