Una tarde cualquiera en el muelle de Cesantes y, poco a poco, los niños llegan a las instalaciones del club. Los menores de alevines, infantiles y, más tarde, cadetes se cambian y, pese a la débil lluvia, preparan poco a poco las embarcaciones bajo la mirada de los entrenadores de las categorías inferiores. Ellos se esfuerzan en coordinar todo para que no falte ningún detalle una vez en el agua.
Al tratarse del mes de noviembre, la pretemporada avanza y ya se van configurando las tripulaciones que afrontarán el curso a partir del mes de febrero, la fecha en la que comienzan las regatas en la categoría de bateles. Poco a poco, los remeros más hábiles y los que todavía están en fase de aprendizaje, al comenzar en el deporte este curso, deben conjuntarse para afianzar la técnica y conjuntar cada uno de los barcos.
“Hoy bajamos los bateles dos y tres”, grita el entrenador de los alevines. Una decena. Poco a poco llegan el resto de niños hasta superar la veintena. Una de las cifras más altas de la que dispone el club en los últimos años y reflejo del trabajo de cantera, una labor de la que nunca se descansa. En el plan están las visitas a escolares y los campamentos de verano que compaginan remo, otros deportes y ocio.
Después, en el gimnasio, que fue mejorado en la pretemporada, se encuentran algunos sénior y veteranos realizando el trabajo de preparación física tan necesario en tierra. Ejercicios de core, pesas o remoergómetro según la planificación diseñada por el preparador físico. Todo en orden para alcanzar la mejor puesta a punto posible y tratando de evitar cualquier tipo de lesión. Es el día a día en Cesantes, en un club que enriquece la parcela humana y material, aunque en el segundo punto se ve limitado por la falta de espacio. La necesidad de contar con más metros es clara.
