Los gobiernos, indefensos frente a un caso Prestige

Un hombre muestra las piedras manchadas de chapapote en el concello coruñés de Muxía.
photo_camera Un hombre muestra las piedras manchadas de chapapote en el concello coruñés de Muxía.
Un encuentro universitario analiza el mayor accidente ecológico de Galicia

María Loureiro, perito para la Fiscalía de Galicia en el caso Prestige e incluida en la lista de científicos de mayor impacto mundial, mostró ayer su convencimiento de que “ningún gobierno del mundo está preparado” para un desastre ecológico como el provocado por aquel petrolero en 2002. En un foro organizado por el centro de investigación universitaria Ecobas, esta investigadora, que procuró que se dimensionasen de una manera adecuada los efectos “devastadores” del accidente, ahondó en la necesidad de avanzar hacia una “planificación más estructurada” a todos los niveles y recordó que en su momento las pérdidas de imagen fueron “muy superiores” a las económicas.

Puso como ejemplo una foto del rey Felipe, entonces príncipe, cuando en su visita de dos días tras el vertido acudió al restaurante Chapapote, en el que comían voluntarios que trabajaban en la limpieza, y le ofrecieron mejillones. Desveló esta catedrática universitaria que hubo dudas sobre si se los iba a comer o no, algo que sí hizo, por lo que celebró que actuase de ese modo. Pero con ese ejemplo hizo precisamente hincapié en el estigma “puro y duro” de la percepción del riesgo que se notaba.

En esta misma jornada, el director de la estación de Ciencias Marinas de Toralla, Ricardo Beiras, diferenció entre los efectos más visibles de la catástrofe, las aves petroleadas, por ejemplo; y aquellos “subletales”, más difíciles de identificar y por ende de dar a conocer. Algo que corroboró Loureiro, que además añadió que “a medio plazo es más complejo demostrar la causalidad”.

Antonio García, presidente de la Fundación Lonxanet para la pesca sostenible, rememoró a la gente que acabó en el “umbral de pobreza; mientras que Ricardo García Mira, catedrático de Psicología Social en la Universidad de A Coruña, puso el acento en la credibilidad de la “información institucional” de la época, en su cuestionamiento.

Juan Garrido, profesor de Ingeniería Química de la Universidad de Santiago, subrayó que la carga del monocasco hundido después de partirse en dos era muy tóxica, al ser el componente “menos noble” del petróleo, fuel oil con mezcla de asfaltenos (14), resinas (9), aromáticos (52,7) y saturados (resto).

Ramón Sabín, abogado de muchas de las cofradías pesqueras, dijo que fue duramente criticado, y piensa que “injustamente”, por los acuerdos a los que llegó para que sus clientes cobrasen. Con todo, cree que el tiempo le ha dado la razón, porque aquellos que se quedaron al margen de esos convenios no han cobrado “absolutamente nada” después de veinte años, por lo que aunque la indemnización era “absolutamente insuficiente”, algo que nunca puso en duda, lo contrario era este escenario que ha pasado como predijo. A criterio de Sabín, si hoy hubiese una tragedia similar, podría ocurrir lo mismo, porque la situación es “muy parecida o casi igual”.

El petrolero sufrió una vía de agua y las autoridades españolas comenzaron a remolcar el barco hasta que el 19 de noviembre se partió en do esparciendo miles de toneladas de fueloil que se extendieron por toda la costa atlántica.

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