Bronce para Judith Rodríguez en florete
Juegos Paralímpicos | Esgrima
La viguesa se colgó el bronce en florete contra pronóstico en la mejor actuación de su trayectoria en silla
Hacer la mejor competición el día exacto, en el momento exacto. Esta es una de las máximas del deporte y que se aplica a eventos clave como pueden ser unos Juegos Paralímpicos. Aunque lo que realizó Judith Rodríguez ayer para hacerse con el bronce de florete en el Grand Palais parisino superó cualquier máxima. No es que alcanzara su mejor nivel, es que lo superó hasta límites desconocidos en toda su trayectoria desde que comenzó en la esgrima en silla. Por calidad de rivales, por su movilidad, por la técnica y por la gestión psicológica, la viguesa alcanzó un nivel casi impensable hace unos meses cuando sufrió para clasificarse para la cita parisina y, de hecho, entró por el sistema de cuotas y repescas. El deporte.
Con una preparación de lustre, con viajes por Europa para encontrar rivales, con muchas horas con el arma en la mano, ayer Judith Rodríguez se inspiró en el magnífico Grand Palais. En su salón principal, la actuación de la tiradora de El Olivo se acercó al arte, en este caso deportivo. No es para menos, el recinto alberga exposiciones de alto nivel e, incluso, recepciones de honor. Ayer, los esgrimistas, mosqueteros deportivos, que pueden considerarse parientes cercanos de D'Artagnan, pusieron todas sus habilidades con giros de muñeca, movimientos de tronco y brazos casi elásticos para pasar duelo a duelo.
Judith Rodríguez encontró su particular inspiración artística desde el primer combate, en el que batió a la honkonesa Sha Fan Pui por 10-15. Ahí ya mostró que un miércoles de inicios de septiembre tenía el día buscado. Después se medía a la italiana Ionela Mogos, cuarta del mundo en florete. El favoritismo era transalpino, pero se quedó ahí. Un 12-15 que pocos esperaban y cimentado en un duelo de enorme calidad, que comenzó bien, pero que parecía escaparse con el 8-5 favorable a la italiana. Y, quizás, en ese instante apareció el trabajo psicológico de los últimos meses. El continuar concentrada para hacer lo debido. Se anotó un 0-3 para igualar el cruce y, después, resolverlo (12-15). Inesperado.
Lo que sucede es que en unos Juegos Paralímpicos estar en semifinales tiene menos valor que en otros eventos. Sí, en caso de ganarla, se asegura la medalla, pero de perder, el bronce se aleja a dos victorias en lugar de una. Y en la lucha por la final llegó la única derrota en cinco jornadas de la sesión. Sucedió ante el china Xufeng Zou por 12-15. Para los no entendidos, perder por tres ante una china de élite es competir a extraordinario nivel porque dominan la esgrima en silla de forma tiránica. Van a los torneos que escogen y ganan los que desean. Sucedió ayer, el oro y la plata fueron para el país asiático.
A la viguesa le tocaba volver a pelear, centrarse, respirar y mantener la concentración porque el día inspirado estaba, se palpaba en el ambiente y, sobre todo, se ejecutaba a través de todo su cuerpo hasta la punta del florete. En la primera eliminatoria de repesca, Judith Rodríguez superó a la húngara Zsuzsanna Krajnyak por 15-10 y pasó a la pelea por el bronce contra la honkonesa Yu Chui Yee.
Un nombre que en el barrio del Calvario o en Lavadores es desconocido, pero al que adornan desde Atenas 7 oros paralímpicos de esgrima en silla. Cinco de ellos individuales. Una trayectoria de la rival que invitaba a Judith a dar el quinto puesto por bueno, por fenómeno. Pero ayer era el día de bailar. El día que una viguesa que entró por la repesca hacía arte con el florete. Ganó, lo hizo de forma solvente, desde el primer punto y rompiendo el duelo con seis puntos seguidos mediado el cruce. Del 3-5 al 3-11. La medalla estaba camino de Vigo. Quedaba terminar la obra, ponerle el marco al cuadro, el barniz a la pintura, el pedestal a la escultura.
Y llegó el momento, doble, porque hizo dos puntos 15 la viguesa, al ser anulado el primero tras revisión. Y, lógicamente, hubo gritos, la celebración correspondiente con las lágrimas y los abrazos. La emoción a flor de piel. En el Grand Palais, Judith firmó su primera gran obra maestra deportiva sentada en la silla. Lleva tres años en ella, antes corría por los pasillos, pero aquello terminó en un accidente de 2018. Ayer, seis años después, practicó arte para un bronce. Un baile de florete.
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