ENTREVISTA | Rubén Albés, entrenador del Lugo

"La recuperación de lo emocional también fue ligada a lo táctico"

El técnico vigués da indicaciones en un partido en el Anxo Carro.

EL PROGRESO
photo_camera El técnico vigués da indicaciones en un partido en el Anxo Carro. EL PROGRESO

Rubén Albés (Vigo, 1985) tiene 36 años. A la edad con la que muchos entrenadores dan sus primeros pasos, él acaba de renovar con el Lugo en Segunda tras salvarlo. Para llegar aquí, ha quemado etapas en todas las categorías, con pasos por África, Rumanía y Barreiro. Como hombre pasional, entiende y comparte la emoción en el fútbol. Pero, desde su amor por el juego, reivindica que hay más. Por eso, la inspiración le pilla trabajando. Incluso de vacaciones.


Con tiempo, se ven las cosas con perspectiva. No ha pasado mucho pero, ¿cómo ve la permanencia? 

Con mucha satisfacción. Al iniciar el proyecto, sabíamos que era difícil pero, al mismo tiempo, entendíamos que el equipo tenía capacidad para conseguirlo. Solo los de dentro saben lo que ha costado. Tuvimos que acabar realmente bien porque no iniciamos con los resultados que nos hubiera gustado y teníamos una distancia bastante grande. Dimos lo mejor y encontramos la manera y el convencimiento para hacerlo. 


También con perspectiva: tiene solo 36 años y ya ha vivido de todo. 

Me siento un privilegiado porque vivo de la profesión que me apasiona. Empecé lo más abajo posible. El primer equipo sénior que entrené fue en Segunda Regional de la Comunidad Valenciana. La peor categoría de España. Y ahora, después de un proceso muy largo de aprendizaje, nos encontramos en el fútbol profesional tras salir exitosos de esa primera experiencia. Ojalá podamos seguir creciendo.

 
Imagino que de pequeño soñaría con ser futbolista, como todos los niños. ¿Cuándo se percató de que su carrera debía ir por otro lado? 

Cuando sales de División de Honor juvenil tienes esa ilusión porque no sabes qué es exactamente el mundo del fútbol y el nivel de las categorías. Fueron años entre Tercera y Preferente. Hasta que llego a Bouzas y sufro una pubalgia, que se me complica y me tiene un año sin jugar. En ese momento, ya desarrollaba inquietudes por el juego, por encontrar soluciones, por gestionar grupos. Y era consciente de que mi nivel no daba para ser profesional. Ahí invierto todo y me voy a trabajar en el Alevín J del Valencia.

¿El J? ¿El noveno equipo?

Exacto. Era fútbol social. A partir de ahí, empieza el camino.

 
¿Se acostumbra un entrenador a que su trabajo dependa de más cosas que las que puede controlar? 

Está claro que hay que acostumbrarse a que el resultado no depende exclusivamente de tu trabajo. Tenemos una parte de responsabilidad muy grande, pero el protagonismo es de los jugadores. Es un juego con un nivel de incertidumbre tan alto que muchas veces no gana el equipo que más lo merece. Es lo especial del fútbol. Hay semanas que sientes que has acertado en la preparación y luego pierdes. Otras veces, aun ganando, piensas que deberías haber hecho cosas de otra manera. Lo más importante es la reflexión post-partido para aprender y aumentar las probabilidades de ganar. 

 
Estar siempre preparado, también fundamental.

Hay varios aspectos importantes. Por un lado, seguir en crecimiento, entrenes o no. Por otro, la valentía para afrontar retos. Y por último, el convencimiento en uno mismo para sacarlos adelante. Nos pasó en Rumanía, al llegar a un equipo en un contexto completamente diferente y a cuatro puntos de la salvación a falta de nueve jornadas. Parecía de locos, pero entendíamos que podía ser una buena oportunidad. Salió bien. Y con el Lugo, el equipo tenía una de las peores dinámicas de Europa. Es cierto que no estaba tan lejos; eran dos puntos. Lo analizamos, creímos que se podía conseguir y allí fuimos.

 
¿Cómo fue? 

Sencillo. En el momento que nuestro agente nos plantea que podía haber opción, yo digo que adelante. De hecho, viajamos a Lugo sin contrato. Hicimos una videollamada con Tino (Saqués, el presidente) para que nos conociera. Y nuestro siguiente paso fue ir. Cogimos el coche y en 12 horas nos plantamos allí sin saber nada de contratos. Nos apetecía, queríamos y creíamos que podíamos ayudar.

 
¿Qué percibe el primer día en el vestuario y qué le dice al grupo? 

Sientes la tristeza de un grupo responsabilizado, pero emocionalmente tocado, con una mochila de decepciones muy grande. Y te asustas un poco. Lo que transmites es sencillo: que estoy para ayudar, para exigir y que juntos encontremos la manera de revertir la situación porque tenían la capacidad y el nivel. Ese equipo tenía que salvarse.

 
Se dice que en situaciones límite se va a lo psicológico, pero en su Lugo se vio evolución táctica. ¿Cómo  se equilibran ambos factores?

Tenía muy claro que si el equipo no levantaba la autoestima, sería imposible. Esa recuperación fue lo primero. Pero esto va ligado con lo que planteamos desde lo táctico. Aquí se ha hablado mucho de lo emocional, pero hay un componente futbolístico que ha evolucionado.

 
A eso iba.

Empezamos con 4-4-2 para tener presencia con balón. "Así no. El equipo no se siente fuerte", dije al acabar. Y evolucionamos. Pasamos por un 4-1-4-1 más directo, defendiendo en intermedio. Nos sentimos más cómodos y acabamos con ese 5-2-3, con bloque más bajo y un juego muy directo, liberando a los extremos de trabajo defensivo para aprovechar su desequilibrio. Hubo una evolución porque encontramos la manera de ser mejores. Y eso lo usamos como energía positiva para recuperar la autoestima. Ayuda mucho, porque el futbolista ve que hace más cosas bien y su confianza se incrementa. 

 
Siempre transmitía tranquilidad. 

Tienes que responsabilizarte muchísimo, pero ser consciente de que el fracaso es algo que puede pasar. En el fútbol y la vida. Yo era un creyente de la salvación. Uno no puede transmitir lo que no siente y la tranquilidad me la daba sentir que íbamos por la línea correcta, empujando en la misma dirección, con los jugadores entrenando como auténticos romanos y haciendo cada día  más cosas bien. 

 ¿Es capaz de describir lo que sintió con la permanencia?

Más que nada, satisfacción. No solo por mí: por los futbolistas, por el club, por los trabajadores. Y hacerlo como equipo es muy satisfactorio. Estaba feliz porque pensaba que juntos lo habíamos conseguido. Por lo tanto...(se lo piensa) ¡Guau! Es chulo, ¿sabes?

 
Debe serlo, sí.

Incluso después se te queda ese ego colectivo de decir, "joder, es que todo el mundo nos daba por muertos". Incluso en esa última semana, en la que dependíamos de nosotros mismos, nadie creía que podíamos afrontarlo. Las estadísticas estaban tremendamente en contra porque no habíamos ganado en ocho meses fuera de casa, porque no habíamos ganado dos partidos seguidos desde hacía 30 jornadas, nunca habíamos marcado en Vallecas. Y era como "Vale. ¿Y qué?". Si nosotros llegábamos en el mejor momento. Sabíamos cómo hacerlo. Y todo aquello fue como decir "que se calle la boca la gente, que el Lugo lo ha conseguido".

 
De la satisfacción a la renovación. ¿Cómo afronta la temporada? 

No existirá una revolución. Más bien una evolución. Hemos encontrado una forma de ser muy competitivos. Las plantillas son las que condicionan el fútbol y continuarán una docena de jugadores. El Lugo tiene que convertirse en uno de los equipos que mejor defienda organizativamente de la Liga. A partir de ahí, evolucionar hacia más alternativas, sobre todo a nivel ofensivo, donde hemos sido eficaces pero simples. 

 
El fútbol no deja ver mucho más allá de lo siguiente. Pero soñar es humano. ¿Se permite hacerlo?

¿Y para qué? Si algo aprendes en el fútbol, es que solo existe el corto plazo. Para una alineación, para un plan de partido, para construir un equipo. No hay ni medio ni largo. Por eso, hay que disfrutar de cada día. Es el enfoque. Insisto: soy un privilegiado. Tengo bastantes partidos en Segunda B, he podido entrenar en LFP en Valladolid, en África, en una Liga UEFA como la rumana. ¡Y soy campeón de Segunda Regional! (se ríe). Por eso digo que pensar a medio plazo te debilita. Sueñas con cosas que puede que no lleguen nunca. Disfrutemos del pasito a paso, que es la profesión más bonita, pero también de las más duras.

Te puede interesar