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La canoa y el káyak on dos caras de la misma moneda. La del piragüismo. Sus propias técnicas, sus propias dificultades, su propia manera de hacer las cosas. Tan distintas, tan iguales. Hermanas. Como Cristina y Lucía Soutelo, del Kayak Tudense. Cada una a bordo de los dos tipos de barco que conforman su deporte en unas carreras incipientes que comenzaron en 2019 de forma curiosa. Porque, normalmente, las pequeñas van detrás de las mayores. En este caso fue al revés. Sabela Soutelo, la tercera de las hermanas, fue la primera en probar a principios del verano. Cris y Lucía, entonces de 20 y 17 años, habían terminado una exitosa trayectoria en el kung-fu y buscaban un deporte nuevo. Decidieron ir detrás de la benjamina. Y hasta hoy. “Engancha. Estar en el río es genial”, coinciden ambas. “En verano, claro”, añaden entre risas. En apenas cuatro años, con 24 y 21, han ganado títulos autonómicos, estatales y han sido internacionales. Meteóricas.
Porque tras aquellas primeras paladas, todo se disparó. A máxima velocidad. Las hermanas tudenses superaron las dificultades del invierno -“uf, se hace duro”- mientras progresaban con una velocidad inaudita para deportistas adultas. Sobre todo en el caso de la mayor, que tras un año en el káyak, decidió tomar su propio camino con la rodilla hincada en el barco: se pasó a la canoa. “Me picó la curiosidad. Veía a las compañeras y me apeteció probar. Se lo propuse a los entrenadores y, poquito a poco, ahí estamos”, desliza Cristina al otro lado del teléfono. Aun a riesgo de contradecir a la protagonista, “poquito a poco” no fue. La mayor de los Soutelo entró directamente a la categoría sub-23 y comenzó a competir con deportistas internacionales. Su nivel subió como la espuma. Los resultados empezaron a darse a una velocidad de vértigo. El último, hace apenas 10 días, cuando se proclamó campeona de Galicia de C1 200.
Un título que también se adjudicó su hermana Lucía, en este caso en el K1 500. Una semana después, campeona de España de K4 5.000 junto a Leticia Piña, Carmen Villar y Tania Fernández. La mediana de la saga decidió quedarse en el káyak y a la vista está que mal no le fue. “La diferencia con Cris es que ella empezó ya como sénior. En canoa hay gente buena en España, pero es una disciplina que está empezando a crecer y vio más posibilidades. Yo era juvenil y en káyak me veía bien, notaba que mejoraba y por eso seguí”, explica Lucía, que disfruta mucho de los barcos de equipo. “Compartes trabajo con gente que tiene medallas mundiales. ¡Está muy guay!”, exclama.
El tema es que, aunque ya estén cosechando éxitos, ambas están probando distancias y barcos. “Toco todos los palos”, bromea Cris, subcampeona de España de C1 5.000 este mismo año. “Me ganó María Corbera, que es campeona del mundo”, apostilla. “En pista tengo el 200, el 500 y el 1.000. Hay que probar”, destaca. “Hay gente muy buena que lleva en esto diez o doce años. Intentar ir a por las cabezas de cartel está complicado, por eso hay que hacerse hueco donde se pueda”, apunta. Lucía está en tesitura parecida. Gana en fondo, pero le gusta la pista. Sobre todo, el rey de los barcos. “La regata que más mola es el K4 500. La que más disfrutas y la que más sufres”, explica.
Pero lo que realmente hace distintas a las hermanas Soutelo con respecto a la inmensa mayoría de compañeras y rivales es su tardía incorporación al piragüismo y, sobre todo, su espectacular progresión en solo cuatro años y, encima, con una pandemia mundial por el medio. “Llevaba trece años haciendo kung-fu. Y no me había ido mal. Fui campeona de España un montón de veces. Pero llegó un punto en el que dije 'hasta aquí”, recuerda Cristina sobre su actividad deportiva previa al piragüismo, la misma que practicaba su hermana Lucía. Esa base fue clave para su extraordinaria evolución en el río, una vez pasaron a engrosar las filas del Tudense. “Veníamos de un deporte que era muy disciplinado y eso nos influyó mucho. Nos tomábamos muy en serio los entrenamientos", analiza Lucía para tratar de encontrar una explicación a algo tan poco corriente. “Siempre fuimos muy atléticas, muy de hacer deporte. En casa hacíamos mucho ejercicio, probábamos cosas, y es algo que siempre se nos dio bien. En el piragüismo y en el club fue igual y por eso creo que mejoramos bastante rápido”, añade con un punto de humildad. En esa línea ascendente continúan. Sin ponerse límites. Cada una en su barco. Cada una en su manera. Porque el káyak y la canoa son hermanas de apellido Soutelo.
Son hermanas, practican el mismo deporte y comparten club, pero Cris y Lucía Soutelo tienen vidas diferentes. No solo porque una vaya en canoa y la otra en káyak. La mayor trabaja en la hostelería, con todo lo que eso supone en cuanto a tiempo libre. “No queda otra que sacrificar cosas, en mi caso, la vida social”, reconoce. Lucía estudia Biología en la UVigo. Y también le quita tiempo. “Es complicado porque hay que organizarse mucho”, explica.
Ese ‘estudias y trabajas’ de las hermanas Soutelo implica que se vean entre poco y nada. La mayor entrena por la mañana y curra por la tarde. La mediana, a la inversa. Casi nunca coinciden. Ni en el club, ni en el agua, ni en casa. “A veces nos vemos en el gimnasio o cenando”, desvela la mayor. Pero no verse no significa no sentirse. “Cris es una persona muy importante para mí. Muy influyente”, destaca Lucía. “Nos cuida mucho a Sabela y a mí. No le queda otra”, bromea. La mayor recoge el guante. “Son las pequeñas, ¿sabes?”, subraya, antes de explayarse más. “Veo lo que ha hecho Lucía y me parece una pasada. El cambio que pegó desde que empezó, la técnica, la condición física, los resultados que está sacando… El año pasado fuimos internacionales las dos por primera vez y fue un sentimiento muy bonito”, expresa Cris, que no puede ocultar el orgullo de hermana mayor. Y por detrás viene Sabela. Con 14 años y los mismos genes.
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