Balonmano

El Guardés vive y muere deprisa en A Sangriña

Pauli Fernández fue clave en un ataque de velocidad.
photo_camera Pauli Fernández fue clave en un ataque de velocidad.
Estuvo a la altura del poderoso Málaga pero perdió por un 7 metros con el reloj parado

Las cabezas de las jugadoras del Guardés, pero sobre todo de su cuerpo técnico, estarán llenas de imágenes del partido disputado a mediodía de ayer en A Sangriña contra el poderoso Málaga. Y disputado no es una expresión más, sino una verdad como un templo. Las del Baixo Miño perdieron por un siete metros con el tiempo cumplido tras la señalización de un sabotaje -les gusta dramatizar a quienes eligen los términos o traducen a lo loco- de María Pineda sobre Silvia Arderius al no respetar la primera la distancia para el desesperado lanzamiento de la segunda. En el reglamento figura tal acción.

Pero más allá de ese final dramático, el Guardés tiene mucho por lo que felicitarse. Y también unas cuantas acciones que echarse en cara. Pero es la forma de jugar por la que apuesta Cristina Cabeza desde el banquillo, enamorada de la velocidad -casi cueste lo que cueste- y que ayer topó con un rival al que también le encanta correr. El resultado fue un partido más que entretenido e igualado, ya que los dos equipos compartieron virtudes y errores. Es lo que tiene ir a toda marcha, que la precisión no es lo primero.

De entrada, el conjunto local quiso proteger un poco a Pauli Fernández, recién retornada de jugar con su selección. María Sancha tuvo minutos junto a la inamovible Cacheda e Itziar Martínez. Pero la jugadora clave en el arranque estaba entre palos: una Miriam Sempere que ya hace tiempo que ha asumido galones manteniendo la misma sonrisa. Gracias a ella y a la buena defensa local, el Málaga sólo marcaba a la contra. Propiciadas, en demasiadas ocasiones, por las pérdidas propias, que iban a ser una constante del partido.

El primer amago de escaparse de las malacitanas (3-5 pasado el minuto 10), con una gran Merche Castellanos en portería y aprovechando la obsesión de las locales por encontrar en el pivote a María Palomo, obligó a rescatar del banquillo a Pauli Fernández. Con ella, el Guardés comenzó a bordar el ataque de fintas, engaños y penetraciones. Goles directos o siete metros para que Sempere rematase. Y una renta de hasta tres goles para las guardesas. Pero del 14-11 se pasó al 14-13 al descanso.

Tras el descanso

Jugaba el Málaga con la baza del cansancio local, con la corta rotación instaurada por Cristina Cabeza, con piezas sin tocar en el banquillo. Pero no se notó en la salida de vestuarios. Porque Andreza se sumó la espídica primera línea del Guardés y la renta creció hasta los cuatro goles (20-16).

Claro que el Málaga es el Málaga. Y tiene a Arderius, a Lima, a Sole López y a Estela Doiro. Con 21-20, Cabeza paró el partido. Y llegaron seis minutos claves en el duelo. Porque el Málaga pasó por dos inferioridades que no lo dañaron en exceso. Y eso que Pauli seguía produciendo y le acompañó Itziar desde el extremo.

Era el momento clave y aparecieron Lima, Arderius y Doiro -con su primer gol- para recuperar el mando del partido (25-26). Con rabia, Sempere y un tanto de Amores, el Guardés empató el partido. Hasta esa acción final que rompió el invicto de A Sangriña este curso.

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