Balonmano | División de Honor

La vida en 60 minutos

La capitana del Guardés (i.) y la primera línea del Porriño fueron las jugadoras más determinantes de sus equipos en el derbi de ayer en A Guarda.
photo_camera La capitana del Guardés (i.) y la primera línea del Porriño fueron las jugadoras más determinantes de sus equipos en el derbi de ayer en A Guarda.
Tanto Míriam Sempere como Paulina Buforn disfrutaron, sufrieron y se vaciaron en un derbi en el que ambas fueron diferenciales pero en el que solo una pudo irse como ganadora

Hay quien dice que la vida no tiene nada que ver con el deporte. Es probable que sean sabios sobre el arte de vivir, pero de deporte no tienen ni idea. Un partido de balonmano, por ejemplo, encierra incontables historias de esfuerzo, de superación, de lucha. También de injusticia, de sinsabor, de frustración. Los finales felices existen, pero no solo ellos. Porque es la vida en 60 minutos. Míriam Sempere, capitana del Guardés, y Paulina Buforn, MVP del derbi de ayer para el Porriño, lo saben bien.

Las dos asumieron el rol diferencial para sus equipos. Y cumplieron con él. La guardameta de Santa Pola se repuso a un inicio discreto y cuando volvió a la pista en la segunda parte cortó de raíz el intento de escapada visitante. Ocho paradas en 19 lanzamientos, para un escandaloso 42% tras el descanso. Imperial. También insuficiente. “Ojalá no hubiera parado ninguna y hubiéramos ganado. Nunca es suficiente para mí si el resultado es malo”, lamentaba, aún sobre la pista, mientras masticaba la impotencia a dos carrillos. “Estoy jodida”, confirmaba sin ningún tipo de ambages. 

Igual que a cualquiera le habrá pasado en su trabajo, la capitana local digería la rabia de saber que una labor excelente no había tenido premio. En este caso, la sonrisa se marchaba en coche a 40 kilómetros de allí. “Me sentía preparada”, explicaba Buforn sobre sus sensaciones en el calentamiento. Luego vinieron 11 goles, tantos como los años que Porriño llevaba sin ganar en A Guarda.  La ibicenca fue especialmente decisiva en los compases finales, los más candentes. De hecho, anotó los cuatro últimos tantos louriñeses. “Sé cuál es mi rol”, expresa con naturalidad. “Cuando el partido se puso difícil, pensé que era mi momento”, añade. 

Y cuando todo pendía de un hilo, Sempere y Buforn se encontraron nuevamente en el cruce de caminos infinito que es la vida. También en el 40x20. A siete metros de distancia. Míriam sacó una pierna milagrosa con empate a 29 en el marcador. El momento soñado. Parecía la parada que daba opción a ganar. Parecía. La realidad es que la bola se fue por la banda, las visitantes volvieron a atacar y los árbitros señalaron un penalti riguroso sobre Bono. Segunda oportunidad en menos de un minuto para la ibicenca. Demasiadas. De la duda no hubo ni la sombra. “En ese instante, lo que pasa por mi cabeza es que ninguna compañera fue a por el balón. Eso significa que confiaban en mí. Era mi responsabilidad. Hay momentos en los que cumples determinada edad y te toca asumir esas situaciones", subrayó Paulina, muy consciente de su papel dentro del grupo.

Y como el deporte es lo mismo que la vida, no hay acontecimientos que compensen a otros. Simplemente, se suceden situaciones mejores o peores. Buforn venía de quedarse fuera de la lista de España para el Preolímpico tras ofrecer un rendimiento notable en los partidos anteriores con la selección. Un palo gordo. “Anímicamente fue peor de lo que yo me esperaba”, reconoce sin tapujos. “Pasé diez días difíciles, estaba irascible. El deporte te trae alegrías y tristezas, pero no tanto enfado. Y yo me sentí así”, reconoce.  Poco después pudo virar la balanza hacia lo vivido ayer. Dulce sabor de boca.

En el lado amargo del paladar se queda Sempere. Antes de hacer brillar su luz, tuvo que trabajar mucho en la sombra. Lo hizo. Por el camino, perdió una final de Copa de la Reina y otra de Copa Europea. También perdió ayer. Pero aguanta, insiste, se rebela. Sigue en pie. “Soy de la otra punta de España, pero siento estos colores como si llevase aquí toda la vida”, proclama. “Y la afición siempre está. Si te caes, te levanta. Sentir esa confianza te lleva a dar lo mejor de ti cuando tu equipo te necesita”, confiesa con solemnidad la portera de Santa Pola, que sabe bien que esto sigue. “Somos conscientes de que tenemos que ganar el domingo. Nos queda esa bala”, advierte Míriam, que en el Municipal de Porriño volverá a sentir las vueltas que da la vida en 60 minutos.

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