El Coruxo perdió al final un partido vibrante en O Vao
Fútbol
El Coruxo sucumbió ayer en O Vao contra el Salamanca UDS en el último minuto con tres goles en centros laterales tras marrar un ronsel de ocasiones en la segunda mitad
El fútbol está plagado de tópicos. Como suele acontecer, la mayoría alcanzan la categoría de parodia a base de acumular repeticiones. Pero es de esperar que, en algún momento, ese lugar común fue una buena reflexión. En algún instante, probablemente al principio de los tiempos, alguien pronunció aquello de que el que perdona, acaba pagándolo. Luego se propagó como la peste y ahora es, al igual que tantas otras frases hechas -la favorita del que firma es la de “hay que correr más”-, una solución facilonga para situaciones más complejas. Ayer no fue excepción en O Vao, pero la derrota del Coruxo ante el Salamanca UDS respondió y mucho a ese espíritu primigenio. Porque el equipo verde se puso por delante dos veces y gozó de ocasiones para hacerlo una tercera vez. Le faltó acierto y los visitantes se lo hicieron pagar con un gol en el 89, el tercero en otros tantos centros laterales.
Tras el pitido inicial, la pelota empezó a rodar y las miradas a cruzarse. Sin prisa. Ambos equipos calibraban poco a poco lo qué podía ofrecerle el adversario. Como un baile que empieza lento a la espera del cambio de ritmo. Lo que pasa con el fútbol es que en cualquier momento, el lago se convierte en cascada. Un zapatazo de Brais Penela desde la media distancia explotó contra el larguero para pasar de 0 a 100 en un segundo.
La ocasión fue como ese ruido que te perturba en mitad de la noche. Despiertas sobresaltado y aunque recuperes la calma ya no puedes dormir más. Ni baño, ni agua, ni bajar la persiana, ni meterse la parte de arriba del pijama por dentro del pantalón. Y ya que los ojos miraban hacia fuera y no hacia dentro, mejor funcionar.
Eso hizo el Coruxo. El conjunto local incrementó la mordiente y empezó a hacer daño con regularidad a una escuadra salmantina con notables limitaciones defensivas. Fruto de esas carencias llegaron los dos locales. El primero, pronto, en un saque de esquina medido, que Willy Ibáñez remató más solo que el último trozo de pulpo de la tabla. El segundo, al filo del descanso, lo empujó Binke Diabaté a la red tras una falta rápida botada por Álex Rey sobre la carrera de Johan, mientras el Salamanca estaba en la siesta.
Entremedias, eso sí, el conjunto charro había empatado. Lo hizo con una transición impecable, que demostraba que sus futbolistas no eran mancos en la parcela ofensiva. Dos conexiones, balón a banda para Caramelo, centro entre portero y defensa y Juancho para dentro. Antes, los visitantes se habían encontrado con un Esteban que mostró alguna duda en una salida, pero también se exhibió con una gran parada.
La segunda parte, que debería haber empezado con la efervescencia local por su gol psicológico antes del descanso, vislumbró a un Salamanca concienciado y responsabilizado. Como si se quisiera quitar el mal sabor de boca de su letargo en la última acción del primer tiempo. Así, con buen trato de balón y criterio, el colectivo visitante progresaba en el juego. Hasta que un buen balón al área acabó dentro con un cabezazo espléndido de Alvarito.
El Coruxo necesitaba huir de la dominación con dominio. David de Dios decidió hacer debutar a Borja Domínguez. Poco importó que acabase de llegar, que no tuviese pretemporada, que anduviese corto de preparación. La calidad nunca está baja de forma y el centrocampista vigués construiría un palacio si la suya computase en ladrillos. Una conexión con este, una pared con aquel y dos pases precisos después, el último en llegar ya era el dueño de un Coruxo dueño del partido.
Domínguez encontró un socio en Álex Rey. El extremo, finísimo ayer, desequilibraba cada vez que entraba en juego. De un sensacional doble recorte llegó un centro a la cabeza de un Álex Pérez que no supo concretar. Tampoco Youssef, poco después, estuvo acertado en la definición. Los de verde mandaban, pero no mataban. Y ahí sí que se pudo echar en falta el talento de Serrano, el colmillo de Andriu en el balón parado o el vuelo por Naveira en la izquierda. Y sucedió lo que siempre sucede en la historia interminable llamada fútbol. El que perdona lo paga y el excéltico Jesús Ares hizo carne el tópico en el último minuto en el tercer centro lateral con gol. Ni siquiera en un último intento, el tercero, pudo Álex Pérez salvar un punto.
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