La reunión del centenario del Celta

Instantánea del Vigo antes de procudirse la fusión entre clubes.
photo_camera Instantánea del Vigo antes de procudirse la fusión entre clubes.

El 10 de agosto de 1923 se juntaron las directivas del Vigo y el Fortuna para dar nombre al club fusionado: el Celta

El Celta celebra hoy su centenario. No con el título de real en su escudo, que esa es otra historia, pero sí como club de fútbol. Su primera junta directiva se constituyó después, el día 23 de aquel 1923; casi dos semanas antes, el viernes 10 de agosto de aquel año, los socios de los reales Fortuna y Vigo Sporting Club fueron llamados a las diez de la noche a asamblea en el edificio de la Patronal para definir nombre, reglamento… y directiva, como se señalaba en el anuncio de convocatoria publicado en los periódicos.

 

 

Aquella fecha se vivió como un cálido viernes de agosto. Así lo informó Capitanía Marítima para su publicación al día siguiente (24 grados, mar llana en la ría y viento en calma). El salón del edificio del Casco Vello se llenó para dar el sí al nuevo club. Presidió Ventura Lago, máximo dirigente del Vigo. Por antigüedad le correspondía al presidente del Fortuna, Josefino López Valeiras, pero este no acudió. Ningún medio reflejó el porqué de su ausencia, aunque sí asistieron muchos de sus directivos. A propuesta de varios socios sugirieron posibles nombres para la nueva entidad: Breogán, Olímpico, Galicia, Celta, Oliva y Atlantic. Guiños a la mitología gallega, a su historia y también al idioma del país inventor del balompié. Las simpatías se decantaron finalmente por Olímpico, idea de un socio del Vigo, y Celta, planteado por un socio del Fortuna. Ningún diario identificó al responsable de aquella denominación. Por aclamación se aprobó el de Club Celta, al retirarse la propuesta de Olímpico. En un ambiente propicio, todo parecía ir sobre ruedas.

Sin embargo, la fusión estuvo rodeada de tanta polémica como la que se podía generar en las tertulias de los cafés o a través del limitado número de páginas que los periódicos locales podían permitirse (El Pueblo Gallego, Faro de Vigo y Galicia). El desencanto llegaba en especial del propio Real Fortuna. O al menos eso parecía. El día anterior, T. Arnold (así firmaba el colaborador Miguel Bezares, años enfrentado a De Castro) publicaba un encendido artículo contrario. En su opinión, la fusión llegaba “alocada y precipitadamente, sin base ninguna que garantice su prosperidad”.

No le faltaba razón. De otro, pero de 1915 en Faro, escrito por Handicap (Manuel de Castro) nacía la idea de un club único. En 1922, con Galicia llegando a la final del campeonato de regiones (con mayoría de jugadores de Vigo y Fortuna), aquel deseo tenía un respaldo deportivo firme. En febrero de 1923, De Castro volvía a la carga y todo parecía encaminado. Los fusionistas, con el Vigo y el propio ex seleccionador a la cabeza, entendían que de la unión saldría un club más fuerte, que además tendría que ir acompañado de un nuevo estadio en lugar de los dos vetustos campos alquilados. A efectos asamblearios todo iba bien. También, en mayo, una reunión de prohombres de Vigo y Fortuna en casa del doctor Bustelo, acompañados por dos cronistas deportivos (De Castro y Bezares) y por Basilio Poncet (viguista y relacionado también en diversos cargos con la Federación Gallega), sentaba por vez primera -al menos que se conozca- a dirigentes de ambos clubes en una misma mesa. Se intentaba el máximo consenso. No lo hubo. 

El club nacido de la fusión dispondría de más y mejores jugadores y una masa social doblemente importante, pero ningún trabajo de las comisiones de Vigo y Fortuna garantizaba la financiación del nuevo coliseo. Bezares apuntaba, además, que no todo eran rosas en el camino. “El Vigo no podrá aportar la fusión cinco de sus más positivos valores porque estos han expresado bien elocuentemente su voluntad de no jugar en el nuevo club. (…) Algunos equipiers del Fortuna, de los que más valen, nos han dicho a nosotros que no jugarán en el equipo de la fusión. (…) no faltarán los que huyan a tierras de promisión”. Se sabía que iban a tentarlos en un momento en el que ya existía profesionalismo encubierto, aunque los jugadores del Fortuna se quedaron en el Celta.

La fusión fue adelante con entusiasmo y una realidad deportiva bien diferente a la soñada. Tres jugadores se iban al Deportivo tras la presentación del nuevo Celta (Luis Otero, Ramón González y Chiarroni). En las historias posteriores escritas años después se indicó que el portero Isidro se había fugado al tiempo. Falso. Disputó la primera temporada céltica. Se fue al club herculino en 1924. Todos habían militado en el Vigo, la entidad en la que Handicap también era directivo. Los consideró traidores. El pontevedrés Luis Otero no se calló y en carta pública desacreditó a Manuel de Castro.

Los problemas con los jugadores venían de junio, cuando Handicap había logrado de la asamblea de la Federación Española que esta determinara que las licencias de todos los jugadores debían pasar automáticamente al nuevo club. De la obligación nació la rebelión. Ni Bezares explicó que probablemente también habría egos fortunistas incompatibles con otros viguistas.

El enfado por la fusión también alcanzó a un grupo de socios del Fortuna, que el mismo día 10 quisieron pedir una nueva asamblea a su directiva (en la decisiva, mayoritaria apuesta por la unión). Según el diario Galicia, con sede en Vigo, hubo un encuentro informal de un directivo con varios socios, pero nada más. Pocos años después, tras un obligado periodo de carencia, algunos aficionados volvieron a poner en marcha, sin pena ni gloria, un club con el nombre de Fortuna.

La fusión, pese a las deudas que arrastraban ambos clubes, se llevó a cabo y cuatro días más tarde el Celta ya contaba con mil socios. Todo era euforia. Pero el nuevo estadio tardó cinco años y las deudas por su alquiler persiguieron al club otra veintena de años. Y en lo deportivo, la pérdida de jugadores claves echó por tierra el sueño de un equipo campeón.

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