El primer test de estrés de Marián Mouriño, nueva presidenta del Celta

Marián Mouriño estuvo ayer en el palco del campo municipal de Barreiro para presenciar el partido que midió al Celta B con el Unionistas de Salamanca. Fue su primera presencia pública desde que se supo que ejerce ya como presidenta del club desde el pasado mes de septiembre, en concreto desde el día 28. Son, por lo tanto, 45 días de regencia en los que no ha podido celebrar más victoria del primer equipo que la lograda en Copa del Rey ante el Turégano. Hasta la fecha, las únicas alegrías que se ha podido llevar a la cara se las ha proporcionado el filial, con ya cinco victoria incluyendo la que siguió ayer en primera línea.

Como ya hacía su padre y expresidente, Carlos Mouriño, la nueva máxima responsable del club quiere estar pendiente de las categorías base. Y el simple hecho de dejarse ver da cuenta también de la tranquilidad que quiere transmitir respecto al devenir del primer equipo. Por el equipo de gestión que ella lidera no pasa perder la confianza en el entrenador, Rafa Benítez, pese a que los resultados empeoran los logrados por todos los predecesores que, precisamente en torno al actual parón liguero, fueron despedidos en las últimas temporadas. No hay ningún movimiento y se estima como medida más inteligente la paciencia para que el proyecto vaya dando resultados.

Como sucede en esto casos, hay argumentos para todos los gustos. Quienes hacen hincapié en la pobre cifra de 0,54 puntos por partido que lleva Benítez hasta la fecha, la misma que Paco López en su estancia en el Granada y sólo empeorada por el cero total de Gaizka Garitano en el Almería, recuerdan que en todas las temporadas en que se ha cambiado de entrenador se ha acabado por evitar el descenso. Quienes desean un proyecto a largo plazo, se apuntan al carro de lo sucedido en la última etapa brillante de la entidad, cuando el proyecto liderado por Eduardo Berizzo arrancó torcido con aquellas diez jornadas sin ganar. Respecto a esta últimas, aunque con estilos diferentes, se repite el buen juego. La presidenta se pone a prueba.