En la gestión deportiva de un club, siempre es complicado determinar el peso que deben tener los entrenadores en la toma de decisiones sobre los fichajes. Porque el peligro de que esos futbolistas seleccionados siguiendo el gusto del inquilino del banquillo se pierdan tras su salida es alto. El recién salido Rafa Benítez no dirigió, aunque sí opinó, en el mercado de verano del Celta, con Luís Campos todavía en la ecuación. Pero sí tuvo mucha mayor influencia en el más reciente, el de enero, tanto en los perfiles buscados como en los futbolistas elegidos.
Esa fusión entre perfil y nombre trajo a Vigo al brasileño Jailson Marques y al madrileño Javier Manquillo. El primero, respondiendo de la prioridad del ya ex técnico celeste de reforzar con físico y centímetros el centro del campo. No parece que Claudio Giráldez tenga esa misma apuesta para sus centrocampistas, como demuestra el hecho de que haya subido a entrenar al canterano Damián Rodríguez, que no responde en absoluto a la fisonomía de Jailson.
Manquillo también responde a ese afán por la fisicalidad, que diría el actual director deportivo, Marco Garcés. Pero su presencia también responde al posicionamiento adelantado de Óscar Mingueza. Habrá que ver si el ex azulgrana es lateral o no para el nuevo técnico.
También eran del gusto del anterior otros como Mihailo Ristic o Vicente Guaita.
