El Celta se olvidó de ganar

Guaita fue el mejor del Celta y salvó al menos cuatro disparos que iban a gol.
photo_camera Guaita fue el mejor del Celta y salvó al menos cuatro disparos que iban a gol.
El Celta, con Aspas suplente, se refugió en su caparazón casi todo el partido y sacó un punto afortunado y escaso

El Celta no está para más. A la espera de recuperar fe o confianza. A la espera de creer en sí mismo. A la espera de que la fortuna le dé un empujón. Esperando siempre. No está para más que para empatar los partidos con enorme sufrimiento, con el rival manejando los ritmos y buscando. Esperando a que pase el temporal. Esperando a que escampe. Esperando siempre. Un punto más, el tercer empate seguido. Que no llega para romper malas sensaciones ni para acortar distancias con los conjuntos que preceden al bloque vigués en la clasificación. Contra el Granada, este sábado, ya no valdrá un punto.

 

 

Vallecas es un campo especial, en el que los metros son menos. Pero cuando no ves, no mides. Se esperaba una salida fulgurante del Rayo y, aunque no fue para tanto, sí es cierto que por su banda derecha encontraba demasiados espacios con demasiada facilidad. La sensación de impotencia heredada del duelo ante el Cádiz se notaba sobre el campo y amenazaba con absorber todo el partido. Pero el equipo vigués acabó regresando de esa penuria.

Rafa Benítez arriesgó sentando a Iago Aspas de salida. Un gesto enormemente simbólico. Le quiso dar sitio a Anastasios Douvikas tras sus méritos coperos, sabiendo que tenía que sentar a uno de sus dos delanteros y prefirió sacrificar la calidad antes que el físico. El morracense fuera y el griego haciendo pareja con Jorgen Strand Larsen. En sí, era un mensaje sobre lo que se esperaba del partido.

La cuestión es que pasado el primer cuarto de hora, el Celta pareció rebelarse contra ese destino que dibujaba él mismo. Empezó a tener algo el balón y encontró a Óscar Mingueza para que el falso centrocampista de banda intentase dar pases con sentido. Lo malo es que el catalán no estaba anoche acertado y, sin él, nadie es capaz de crear desde atrás. De hecho, la efervescencia del Rayo no dio continuidad pero sí un par de llegadas en las que empezó a lucirse Vicente Guaita ante dos remates de Raúl de Tomás antes del descanso. Por entonces, podía hablarse de cierta igualdad en sensaciones y quedaba en el aire la posibilidad de que el partido se fuese decantando hacia las dos partes.

En absoluto fue así porque el paso por los vestuarios apenas le valió al Celta para meterse en su caparazón. Ni siquiera la salida del campo del lesionado Óscar Trejo, el jugador local que más había desequilibrado en la primera parte, evitó que el Rayo se convirtiese en el total controlador del encuentro, en el único que era capaz de jugar y de proponer. El único que no sufría, sino que buscaba. Porque el equipo vigués se cortó las alas a sí mismo. Las escasas acciones de combinación de los 45 minutos iniciales se fueron al olvido y el duelo quedó reducido a estar muy juntos en campo propio, aguantar el chaparrón y confiar en Guaita

Porque el meta valenciano fue el único argumento de peso para mantenerse con vida. No porque el esfuerzo del resto no estuviese, pero lo que no puso fue ni un ápice de brillantez. No ayudaron a variar ese color grisáceo los dos primeros cambios del encuentro, cuando Cervi y Beltrán salieron al césped para sentar a Bamba y Mingueza. Cierto que los dos estaban especialmente desacertados, pero el panorama que quedó sobre el campo fue el de un bloque trabajador pero desconectado del balón.

Con ese doble pivote formado por Beltrán y Tapia y las bandas cubiertas por los esforzados Cervi y De la Torre, los dos delanteros desaparecieron de la mitad del campo rival, quedando sólo como punta de lanza de la defensa. Pudo marcar el Rayo en un puñado de buenas ocasiones, pero el acierto de Guaita y el desacierto del otrora infalible Isi permitieron a los célticos mantener su portería a cero y dar sentido a todo el esfuerzo.

Cuando faltaban 20 minutos, los dos técnicos apostaron. Francisco quiso más con Falcao en punta y Benítez sacó por fin del banquillo a Aspas. Por entonces, los locales empezaron a pagar el cansancio y ese problema del primer mundo de la Liga de no ganar en casa cuando ya se suman 20 puntos. Entonces, el Celta tuvo la oportunidad de hacerse dueño del balón y del partido. La tuvo pero no se atrevió a asirla, aunque su rival arriesgaba atrás y dejaba espacios que deberían haber sido aprovechados en caso de hilar dos pases con sentido en vertical -ese juego que se le supone a un equipo pensado para el contragolpe-. La única producción ofensiva celeste fueron un par de disparos desde el borde del área del mediocentro Tapia y del lateral Kevin.

La salida del campo de Beltrán negando con la cabeza estar lesionado sólo fue una muestra más de la fragilidad actual del Celta. Un soplo lo tumba, pese al compendio de esfuerzo sin calidad que ayer, casi milagrosamente, sirvió para sumar un punto.

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