Carlos Mouriño dejó el Celta en septiembre y Marián ya es presidenta

Marian Mouriño.
photo_camera Marián Mouriño.

Carlos Mouriño dejó la presidencia del Celta el pasado 28 de septiembre tras 17 años, desde entonces, su hija, Marián Mouriño, ejerce como la primera mujer mandataria del club

El pasado 28 de septiembre, el Celta empataba con el Alavés en Balaídos (1-1). Pero la jornada tuvo tintes históricos para la entidad no por ese duelo, sino porque ese día se produjo la dimisión de Carlos Mouriño Atanes como presidente y el nombramiento como nueva presidenta del consejo de administración de su hija Marián. Sin publicidad alguna, el rector de los designios del Celta durante los últimos 17 años y 3 meses decía adiós a todo cargo en el club, a la espera de si su figura recibirá algún reconocimiento honorífico.

 

 

El proceso de sucesión se abrió el pasado 6 de junio, cuando, sorpresivamente por el momento elegido, Antonio Chaves dejaba el cargo de director general. Fue el momento elegido para que Marián Mouriño, que ya llevaba meses preparando el relevo, asumiese ‘de facto’ la dirección del club en todos los órdenes e iniciase un proceso de cambio que culminará el próximo 12 de diciembre, en la junta general de accionistas. Será el momento de la presentación de la primera mujer que asume la presidencia del Celta en sus 100 años de historia. Y, junto a ella, de su equipo de trabajo, que ha ido diseñando este medio año y en el que faltan por definir los integrantes del consejo de administración.

Porque es imposible hablar de falta de continuidad cuando el apellido es el mismo y las ideas del padre siempre han sido defendidas por la hija. Pero Marián sí quiere dejar huella: ha reorganizado el club, sin ya un director general casi plenipotenciario y con las parcelas deportiva y de gestión separadas. Para la segunda se ha contratado al director corporativo José Gainzarain y la primera queda en manos de Luís Campos y Rafa Benítez. Además, se ha reducido el número de directores y la nueva presidenta está más cercana a nombres como Carlos Cao que a otros con gran poder en la anterior etapa como María José Herbón.

Además, la filosofía también ha cambiado. Se quiere dejar atrás ese celo por ajustar al máximo el gasto, heredado de la complicada época del concurso de acreedores, y apostar más decididamente por la parte deportiva: “El dinero en el campo”, es el resumen.

En cualquier caso, el paso atrás de Carlos Mouriño es más que reseñable. Por la forma elegida, desapareciendo de la imagen pública con la que nunca se sintió demasiado cómodo -Marián es más ducha en el cara a cara-, y por lo que significa la marcha del presidente más longevo de la historia del Celta. Han sido más de tres lustros que empezaron muy mal a todos los niveles, que después tuvieron una fase de crecimiento también a todos los niveles y que, en los últimos tiempos, ha dado ciertos signos de agotamiento en cuanto a proyecto.

La gestión del ya expresidente ha sido muy valorable en lo económico tras el paso por un concurso en condiciones muy favorables. El Celta ha ganado en recursos propios y en patrimonio, con la sede y la ciudad deportiva. Precisamente esta última, con todo lo que conlleva el macro proyecto declarado de interés autonómico por la Xunta, pretende ser su gran legado y ha sido la vía de entrada de la ya presidenta en su segunda etapa en el club que dirige.

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