El Celta B empezó por delante y sobrevivió al 3-3 en 15 minutos ante un valiente Arenteiro
La segunda victoria del Celta B llegó alocada. Ante un Arenteiro valiente y combatiente. Con un 1-0 en la primera parte y un 3-3 en el primer cuarto de hora de la segunda. Cuando hubo control, el filial mereció ganar. En el conjunto del duelo, el rival no mereció perder.
De vez en cuando, los colectivos tienen memoria. Pese a que cambies las piezas, mantienen una herencia, sienten que dan continuidad a un camino ya iniciado. Apenas cuatro futbolistas del Celta B de la pasada temporada estaban ayer en el once del duelo ante el Arenteiro -un equipo especial, por la mística que lo rodea tras la brillante pasada campaña culminada con el ascenso y porque trae consigo una numerosa y animosa afición desde O Carballiño- pero se vieron detalles de aquel equipo que, por momentos, maravilló y ganó a partes iguales, con lo bonito que eso es. Le falta rodaje, es obvio, pero tiene ya en el ADN ciertas características que lo convierten en un equipo competitivo desde ya. Tal vez, con una gran tara: la finalización.
Claudio Giráldez, técnico celeste, volvió a apostar por un conjunto sin un nueve claro, con Alfon y Bruno Iglesias más adelantados esperando las aportaciones de Raúl Blanco desde el centro y de los dos carrileros, Javi Ruega y Hugo Álvarez, desde los costados. Nada nuevo. Pero no todo lo nuevo es bueno ni todo lo usado es carne de vertedero.
También el Arenteiro tiene cosas aprendidas del pasado curso. Muchas. Por eso no choca su presencia en Primera Federación. Al contrario, tiene condiciones de solidez y de atrevimiento propias. Como ese matiz trascendental del juego con los pies de su portero, Diego García, encargado principal de sacar el balón desde atrás en busca de las segundas jugadas que puede propiciar un delantero de veteranía como Miku.

Le gusta al Celta B ser rítmico en su circulación de balón. Y ganar desde la distribución y el movimiento coordinado de sus piezas, sin permitir a la defensa rival tener una marca fija. A todo lo antedicho se une la calidad: la de Bruno Iglesias saliendo desde atrás, la de Alfon tirando el desmarque y girándose, la de Raúl Blanco apareciendo como enlace dando la velocidad precisa a la acción y la de Miguel Román con un golpeo seco desde el borde del área. Primer gol del vigués con el Celta y primer tanto del partido antes del cuarto de hora.
Las ocasiones hasta el descanso fueron más locales, pero el juego se repartió. El Arenteiro empezó a coleccionar faltas laterales, saques de esquina y saques de banda de Bueso (largos) para crear más sensación de peligro que peligro real. En el filial respondía una línea de tres centrales esta vez con Javi Rodríguez, Joel López y Manu Fernández.
Hasta el descanso, todo lo medible y explicable. A partir de ahí, todo lo sentible e inexplicable. Porque en los primeros quince minutos de la segunda mitad, hubo seis goles, tres para cada equipo. Sí, seis. Sí, tres. Y porque el último se hizo de rogar porque los cinco primeros cayeron en un intervalo de diez minutos. En esa locura, el filial tuvo ganado el partido (4-1) y el Arenteiro tuvo la igualada cerca (2-1 y 4-3).
Fue un periodo de desajustes en ambos lados que se cerró y dejó el partido como había llegado al descanso, con un tanto de renta de los locales, a falta de media hora. El mal estado del campo y la carga anímica empezó a agotar a los futbolistas y los cambios se sucedieron. No así las ocasiones. El marcador, también cansado, se negó a moverse más, pese a los nueve minutos de descuento.