La gran fiesta tranquila del Celta 83 partidos después
Celta - Valencia
El celtismo despidió ayer la temporada y el centenario con un gran encuentro popular sin los nervios de un posible descenso o de una eliminación
Pues resulta que el partido no fue lo principal ni lo mejor de la jornada de fútbol. Pese a que más de 21.000 celtistas pusieron todo su empeño en festejar en el estadio, que se supone que es el recinto apropiado para hacerlo. Pero lo realmente trascendental se vivió durante las horas previas justo al lado, en una calle Val Miñor tomada por el celtismo para poner fin al centenario. La clasificación, primero, y la meteorología, después, colaboraron en convertir los festejos previstos en realmente populares. En lo mejor del día.
Porque ya de mañana la algarabía se apoderó de la zona celeste por antonomasia en la geografía viguesa. El magno escenario contó con animosos grupos que fueron animando a los asistentes, cada vez en mayor número y cada vez con mejor ánimo. Había tiempo para hacer hambre a base de bailes y cánticos antes de atacar las casetas de comidas regentadas por las peñas celestes en colaboración con locales de hostelería. Porque no sólo de fútbol vive el celtista.
Fueron horas de convivencia, con una gran mayoría de aficionados anónimos y unas cuantas caras conocidas. Como el consejo y la directiva celestes, que se personaron en la zona y compartieron mesa -sin mantel- con el resto de seguidores en una representativa comunión de gustos e intereses. Sin duda, el mejor legado del centenario, insulso en lo deportivo y en lo institucional pero con mucha miga entre el celtismo, C. Tangana mediante.
La charanga como trasunto de la peregrinación de fuera a dentro del estadio marcó el final de los festejos como tales. Restaba el partido, al que se llegaba con una extraña sensación de tranquilidad. Por primera vez en dos temporadas, se afrontaba un duelo sin tener la amenaza del descenso presente. Habían sido 75 encuentros ligueros consecutivos, más otros ocho de Copa a los que la posibilidad de la eliminación les es consustancial, con la amenaza sobre las cabezas. Tantos que hasta el celtismo se sintió un tanto extraño entrando en el estadio sin miedo.
El alivio era tal que ni el insulso encuentro apagó los ánimos. No se ganó pero, al menos, hubo ocasión para festejar dos goles y para despedir, sin certeza, a algún jugador. El regusto, pese a todo, es bueno. Paladares poco exigentes.
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