Opinión

¿QUÉ EJEMPLOS?

Los políticos se llenan la boca hablando de honestidad, transparencia, ética y estética en las acciones propias o partidarias, contraponiéndolas con los defectos de los rivales. Los discursos, sin embargo, tienen tan escaso recorrido como el camino que hay de la oposición al poder. Todo lo que es denostado y considerado abominable mientras se critica al que manda, pasa a ser asumido como natural al hacerse cargo de las responsabilidades de gobierno, dando la impresión de que fuesen implícitas en el traspaso de competencias o consustancial con su poder.


La regeneración ética, el sentido común y el hacer las cosas como Dios manda, de las que hizo bandera Mariano Rajoy como fórmula de azote a Zapatero y su política, mutaron en un abrir y cerrar de ojos con el nombramiento del marido de María Dolores de Cospedal como consejero de Red Eléctrica Española, con un sueldo de hasta 180.000 euros anuales; el del hermano del director de la Oficina Económica de La Moncloa para idéntico puesto y también el de un hermano de la propia Cospedal como director de la Fundación Carolina, una entidad público-privada dedicada al fomento de la cultura con Iberoamérica. Los dos primeros renunciaron antes de incorporarse al puesto, tras la orden de Rajoy, consecuencia, a su vez, del escándalo público suscitado; el tercero, hizo amago de quedarse como si no fuese con él, aunque finalmente también la canonjía ofrecida.


Sin apagarse los ecos, casi al tiempo que la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría daba cuenta de las medidas adoptadas por el Gobierno en Consejo de Ministros para fomentar la transparencia, las buenas prácticas y la ética, se conocía que su marido había sido fichado por Telefónica, lugar tradicional de acomodo de políticos.


Tales comportamientos no son privativos del Partido Popular, sino extensibles a otras formaciones allí donde han ejercido el poder. Hijos de Jordi Pujol, que fuera durante 23 años presidente de la Generalitat, han aparecido mezclados con negocios turbios, tramas vinculadas empresariales vinculadas al poder y a otras cosas aparejadas a él, como la posible financiación de CiU, además de con personajes que han acabado procesados por la justicia; su sucesor, Pasqual Maragall, desde la presidencia de la Generalitat colocó a su hermano como conseller. En Andalucía, Juan Guerra, hermanísimo del entonces todopoderoso vicepresidente del Gobierno socialista, hizo negocios prohibidos desde despachos oficiales de la Administración en Sevilla. Eso, sin hablar de la presencia de Carmen Romero o Ana Botella en candidaturas electorales tan sólo por su condición de esposas de presidentes del Gobierno en su momento -González y Aznar-.


Aquí más cerca, el presidente de la Xunta nombra a una prima gerente de hospital y su compañera sentimental trabaja con la que fue su conselleira de Facenda en el ministerio del ramo.


O sea, una amplia panoplia de ejemplos, a la mayoría de los cuales -incluidos los del PP- une el histórico acoso a José Manuel Baltar por ser hijo de José Luis Baltar, cuando la realidad es que presenta un currículum más brillante que buena parte de sus detractores, que pasó por numerosos ámbitos oficiales, se empapó de experiencia de abajo hasta arriba, ganó un congreso interno en su partido y ahora da muestras de especial capacidad como gestor emergente, que le pueden convertir en referente en un corto espacio de tiempo en la modernización de una administración.


Por tanto, la sociedad necesita menos lecciones de falsa ética y más aplicarse el cuento, resolviendo, de paso, los problemas de los ciudadanos. Que buena falta hace y para eso fueron elegidos.

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