Opinión

“Ruspelstiltskin” y el Partido Popular

En realidad el cuento de los Hermanos Grimm se titula “El enano saltarín” y el pérfido duende que convierte la paja en oro, se llama Rumpelstiltskin. “Rum” en vez de “Rus”, pero me permito la licencia de cambiar su nombre para aludir al expresidente de la Diputación de Valencia y del Partido Popular en la provincia, detenido el pasado martes en el marco de una operación policial que investiga una trama para cobrar nutridas comisiones de adjudicaciones públicas en las instituciones valencianas. La alusión es un símil de la situación del partido que lidera Mariano Rajoy.
Ni que decir tiene que Alfonso Rus “se siente inocente totalmente”, puesto que cada uno es libre de sentir lo que quiera y al sentimiento también le llaman “duende”, especie a la que pertenece Ruspelstiltskin. También considera que “todo es un montaje”, un cuento entonces digo yo, como el que traigo a colación y que termina sin felices ni perdices, al menos para el duende siniestro y ruin.
El Partido Popular es como la hija del molinero, que se aprovecha de la magia de Rumpelstiltskin para casarse con el rey, convencido de que ésta es capaz de hacer oro de la paja que pasa por su rueca. Para lograr su objetivo, reduce a nimiedad el precio que ha de pagar por su éxito. Si siendo ella reina debía entregar a Rumpelstiltskin su primer hijo, los populares tenían que consentir el contubernio, la desvergüenza, la imagen de corrupción y quién sabe cuáles y cuantos presuntos –o no- delitos de líderes, lideresas y cargos electos o institucionales del partido. 
La realidad es en este caso más cruel que en el cuento, en el que la hija del molinero se salva de entregar su bien más preciado averiguando el nombre secreto del repugnante Rumpelstiltskin, cuando ya celebraba su éxito bailando, con vino y cerveza. Pero el PP ha perdido la cabeza y debe asumir su destino, que no es otro que ser un muñeco roto con el que nadie quiere jugar. Mientras el duende “solo” termina partido por la mitad, para los de la España en serio se acabó la época dorada y terminó la milonga.
El continuo llamamiento de Rajoy a Pedro Sánchez para hablar de lo que es bueno para España es como un clamor en el desierto, un llanto lastimero que utiliza –como Calimero- la pena como último recurso, a la vez que pone en modo martillo pilón a todo voz del partido, con el mismo mensaje en bucle y con el propósito común de sembrar una cizaña de la que sacar el mayor rédito posible. El desgaste al enemigo pasa por detalles como sentar a 69 diputados de Podemos en el “gallinero” del Congreso o interpretar a su gusto las declaraciones de Felipe González. El PP es una gota china, y no se resigna a dejar el timón de un país que quiere remar en otra dirección. Cuanto más lejos de Ruspelstiltskin mejor.
 

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