Opinión

Oposiciones: un mundo de sensaciones

El camino hacia la función pública comienza en la incertidumbre y lleva a la ansiedad, pasando por el desaliento y muchas veces la agonía. Teniendo en cuenta la crudeza del recorrido, es llamativo que en Galicia los universitarios que quieren ser funcionarios duplican a los que apuestan por el emprendimiento, especialmente si consideramos que en el acceso a la Administración Autonómica de Galicia, el mundo de lo desconocido está servido. 
Quienes deciden preparar oposiciones a la Xunta –a pesar de todas las dudas existenciales en continua lucha- tienen que enfrentarse a la realidad de la oferta de empleo público, que siempre parece pobre, y a una posterior convocatoria encarnada en un ente intemporal, que atesora como el secreto mejor guardado del mundo la fecha de celebración de las pruebas, el momento de la liberación, para bien o para mal. 
Cualquier intento de programación del estudio, adecuándolo al calendario normativo de los procesos selectivos gallegos, es inútil. En ocasiones, incluso se han acumulado convocatorias de un año para otro, tal vez con el propósito de asegurarse los funcionarios más formados y también los más pacientes. Preparar la oposición es una montaña rusa de sensaciones para el 36,6 por ciento de graduados que, quién sabe por qué oscuro motivo, están dispuestos a partirse la cara con un temario amplísimo y a veces arbitrario, así como con sus muchos rivales para un empleo público. 
Se acabó estudiar para simplemente aprobar, o para ir a por nota pero conformarse con un cinco en el peor de los casos. Hay que prepararse con el cuchillo entre los dientes para entrar en el número de plazas convocadas. Un puesto más arriba solo sirve para que las  madres presuman de que sus hijos e hijas aprobaron la oposición, aunque la realidad es que no superaron el proceso selectivo. El sufrimiento no abandona al aspirante en ningún momento, desde que asume la responsabilidad del reto que afronta. 
Tal vez al principio, cuando abre la página del primero de los temas, embaucado por la candidez y el desconocimiento, se sienta feliz con su intrépida decisión para abrir un futuro seguro y prometedor. Pero pronto aparecerán los primeros síntomas del padecimiento o procedimiento selectivo; los sudores fríos, los acaloramientos súbitos cuando la materia expuesta no nos suena ni de lejos –aunque viene en el tema en negrilla-, o los picores que dificultan elegir la respuesta correcta entre las cuatro alternativas del test. El desánimo le esperará en el reverso de cada página, en cada artículo de la Ley de contratos del sector público, en la diferencia entre prescripción y caducidad, o en el título octavo de la Constitución Española. Las dudas serán sus compañeras de viaje y su mayor miedo no saber, hasta el final, si estará definitivamente preparado o preparada. No hay garantías para todo el tiempo, esfuerzo y dinero invertido en esta opción, que solo será realidad para los mejor preparados -en conocimientos y en convivir con el desánimo- y cuyos nervios de acero o la conjunción de los astros le acompañen en el momento de celebración de las pruebas. Después de ver su nombre publicado en el Diario Oficial de Galicia, está justificado entrar en un período de letargo, más o menos largo, hasta la toma de posesión, que luego solo se pasará con el café, como no puede ser de otro modo en este caso. 
 

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