Como gallego, para Mariano Rajoy el resultado de las elecciones depende. El Partido Popular ha sido la fuerza más votada, pero ha perdido gran parte de su poder municipal y autonómico, y con éste el crédito que creían tener para los próximos comicios generales.
Fiel a su estilo, a pesar de la espantada en el partido, el Presidente del Gobierno pensaba continuar en primera instancia con la misma política, aunque ahora no descarta cambios. Pero poco a poco, oiga. Rajoy, gran aficionado al ciclismo, recordará en estos momentos la sintonía de la Vuelta Ciclista a España del año 1982, "me estoy volviendo loco, poco a poco, poco a poco". Sin medidas drásticas, conocida la capacidad de sufrimiento del líder popular -al nivel de ciclista profesional-, no se despeinará ni descamisará, ni se incorporará en la bicicleta en las rampas de mayor desnivel.
El presidente, a golpe de riñón, irá a su ritmo, a hacer su carrera. Y mientras va quemando las pocas etapas que quedan para llegar a la meta, con el objetivo de lograr la confianza suficiente del electorado tendrá que hacer algún ejercicio de autocrítica y demostrar cierta capacidad de renovación de cara a la galería. Si no para convencer a quienes tienen ya la firme determinación de no apoyarle -o de hundirle a él y al PP-, sí para lograr conservar al menos el voto fiel y recuperar el de algunos desencantados pero temerosos de un cambio arriesgado en el rumbo político nacional.
Para ello debe ser el protagonista del cambio en el partido y en el Ejecutivo y demostrar su voluntad de romper con la inamovilidad y el compromiso endogámico con los desgastados y ridículos personajes que se han ganado con creces el aborrecimiento de los ciudadanos. No hay más que ver el esperpento creado por Aguirre al intentar acaparar el protagonismo -en defecto del poder- en Madrid.
Tal vez ya sea tarde para dar otra imagen diferente a la indolencia ante la corrupción y la aparente desidia hacia cualquier política que no sea económica. Cualquier intento urgente de conservar el Gobierno, pasa por presentar un PP nuevo. Un partido de siempre, pero a estrenar. Si Leticia Sabater ha sido capaz, a sus cuarenta y ocho años, de pasar por el quirófano para reconstruir el himen y volver a ser virgen, qué no podrá hacer quien ejerce en España el mayor poder político.
Virgen y virginal -puro, incólume, inmaculado-, se ha de presentar Mariano Rajoy y su renovado grupo a las elecciones generales. Confiando que muchos españoles y españolas no puedan resistir la tentación de votar a una opción política "a estrenar". Mariano, como Leticia, estará ilusionado y nervioso al entregar su nueva flor, porque sabe -ahora más que nunca- que va a doler.