Opinión

Lo que no me gusta de Vox

Pues no. No creo que sean antieuropeos, ni machistas, xenófobos u homófobos; no sé si claustrofóbicos. No van por ahí los tiros. No me dejo manipular por quienes nos alarman ante cualquier intento de romper esa perversa barrera de la corrección política, que censura implacablemente cualquier tipo de debate dialéctico sobre los temas tabú de nuestro nuevo orden social.
He de ser consecuente. Si no comparto la ideología nacionalista que defiende BILDU, el BNG, o ERC, por poner un ejemplo, tampoco me puede gustar el nacionalismo que patrocina VOX. Evidentemente, hay diferencias pero, en esencia, tiene similitudes de las que reniego, como la dicotomía amigo-enemigo. Otra cosa sería que su empeño fuera el de rebelarse ante los secesionistas, los relatos falseados y victimistas sobre la leyenda negra española o ante la anómala  vergüenza de mostrar la bandera, entendiendo este símbolo como un elemento ya no sentimental, sino que representativo de un orden jurisdiccional donde rigen determinados principios y leyes, derechos y deberes, y donde impera la ley y la concepción de igualdad de quienes han decidido vivir en un determinado territorio.
Por otra parte, considero que su concepción liberal de la economía es sesgada. No caigo en la trampa de deslumbrarme ante los exiguos guiños que en su programa hacen al libre mercado y reducción de impuestos. Por supuesto que estas medidas son atractivas y lo normal es que liberales y conservadores puedan compartir identidades en el ámbito económico, como lo pueden hacer con el espectro socialdemócrata en el terreno de libertades individuales, pero no hasta el punto de arrogarse por ello su condición de liberales a ultranza, que invariablemente subordinan a otros valores conservadores, nacionalistas o morales.
Plantean también centralizar totalmente la administración estatal: el partido quiere derogar las autonomías para establecer un Estado unitario. En su programa defienden que debería haber un Estado “fuerte”, sin aclarar si un Estado fuerte es aquel que ha de garantizar firmemente respetar las leyes y derechos, la igualdad de oportunidades de los ciudadanos y promover “fuertemente” sus libertades individuales; o por si por el contrario, un estado fuerte es un Estado centralista en las que las jurisdicciones administrativas no puedan intentar competir con otras en hacer más atractiva la vida a sus ciudadanos, por ejemplo, con políticas fiscales menos extractivas.
En esencia, creo la irrupción de VOX ha servido para hablar sobre lo que ya no se podía discutir, por decisión de los supremacistas de la nueva moral, por aquellos que se mueven por sentimientos, prejuicios y pasiones más que por la racionalidad. Pero los colectivismos de derecha, también pueden amenazar nuestra libertad.

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