Opinión

¿Estado federal?

Las distintas naciones, con regímenes no sometidos a dictaduras o absolutismos propios de quienes solo buscan su propio interés o el de sus partidos, se organizan de manera que puedan optimizar sus recursos en beneficio de la colectividad. Ello supone buscar las mejores soluciones en cada campo en el que se mueve la organización colectiva común, el Estado. Para ello, la humanidad ha ido diseñando distintas formas de organización política, algunas muy parecidas, pero prácticamente ninguna igual a otra. Según toda una serie de circunstancias que concurran, la organización va a depender, para su correcto funcionamiento, de la unión con regulaciones comunes, o de la especialización con planteamientos diferentes, de ahí los centralismos o las descentralizaciones en toda una serie de materias.
Las naciones que ven la solución en la regulación común para la práctica totalidad de las materias, optan por una organización centralizada para obtener mejor sus propósitos (Francia), mientras que quienes por sus distintas características piensan que su destino se alcanza descentralizando cometidos, diseñan organizaciones descentralizadas (Suiza). Como casi siempre la virtud está en el medio. Así, las modernas naciones optan en general por sistemas mixtos en los que una buena parte de las materias dependen de un gobierno central, mientras otras están descentralizadas dependiendo de gobiernos regionales (Alemania). En estos casos el Estado se descentraliza, optando por dos posturas diferentes: hacia arriba, integrándose en organizaciones de mayor calado en las que depositan misiones comunes de mayor alcance (federalismo), o hacia abajo, quedándose con tales misiones, y delegando otras de inferior calado en sus regiones (autonomías). El primero de los casos, supone un proceso de integración en el que el Estado cede parte de sus competencias a una nueva entidad superior en la que se integra, pero manteniendo una independencia pactada para los Estados integrantes, a través normalmente de una Constitución donde dejar claras las competencias fundacionales (EEUU), mientras el segundo lo es de desintegración, sin independencia, pero asumiendo cada vez mayores competencias las regiones, generalmente sin una Constitución que las aclare o les dé una cobertura pormenorizada, que van adquiriendo por otros caminos, a través en general de los distintos Estatutos de Autonomía (España). Dos procesos antagónicos, aunque en la práctica con similares resultados. En este sentido, España ha optado por un Estado de las Autonomías en su funcionamiento interno y por un modo de federalismo en cuanto a su integración en la Unión Europea. 
Siendo así las cosas, y ante el despiste nacional de reiterada confusión entre ambos sistemas, no es de recibo el pretender convertirnos en un Estado Federal, cuando por una parte nuestras regiones, conocidas incluso por el bobalicón invento ese de las “nacionalidades”, disponen de la mayor autonomía de nación europea alguna, sea o no federal, y por otra, nuestro pretendido federalismo no ha sido nunca hacia arriba, sino todo lo contrario, pues nosotros no somos el resultado de la integración de distintos Estados para formar uno solo manteniendo ciertas independencias, sino al contrario, un solo Estado que va derritiéndose paulatinamente y entrando ya en los típicos síntomas del exceso de autonomía, cuando se otorga por sistema y no por necesidades reales y pragmáticas de una mejor administración, apareciendo ya de forma seria los intentos de segregación inversos y contrarios a cualquier proceso de federalismo, el separatismo, una enfermedad del sistema por falta de coordinación general y de cooperación con el resto, en quien alienta tales esperanzas, de ambición desmedida en sus dirigentes, de un exceso de nacionalismo y en definitiva de un larvado fascismo (nacionalismo corporativista fuertemente identitario con componentes victimistas), como poso de actitudes de prepotencia que no solo nada tienen que ver con el federalismo, sino que son la antitesis del mismo y el germen de la violencia (ETA y Terra Lliure).
El federalismo es una “construcción”, un principio de organización, de generosidad, de solidaridad en su origen, una reconciliación entre unidad y diversidad con el objetivo de integrar objetivos sociales diversos entre sociedades heterogéneas (EEUU, Canadá, Australia, Suiza, Bélgica, Alemania, México, Brasil, Argentina, etc.), mientras la descentralización es una “deconstrucción” que debe controlarse y tutelarse en su justa medida, a los efectos de no degenerar en una escisión del Estado.
No conviene confundir, pues las cosas son las que son, aunque tantas y tantas veces hemos cambiado los conceptos cuando nos interesa, que nada me extrañaría que ahora, y por complacer a quienes no quieren seguir siendo españoles, en un nuevo acto de dejación, les intentemos vender el caramelo del Estado Federal Español. 
Al tiempo.

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