Opinión

Sainete a tres

La conquista de la actualidad nacional en tres vertientes que ha definido estos últimos días ha tenido un punto de magnificencia a todas luces excesivo, y sobre todo y por desgracia, una pizca de ridículo. Han sido tres escenarios diferentes, pero los tres con punzante carga explosiva, y han sacudido el parsimonioso discurrir cotidiano post vacacional que sesteaba en lo cotidiano sin una miaja de morbo que llevarse a la boca. Puigdemont, la presidenta Cifuentes y la reina Letizia se han encargado de sacudirnos.
No nos engañemos. Ni Puigdemont es un personaje digno de ser tenido en cuenta ni tampoco es el único nacionalista. Ni siquiera es el más listo. Pero habremos de convenir también que esta no es la primera bronca que se deja ver en el seno de la Familia Real ni Cristina Cifuentes es la primera de la clase política que hincha su currículum con una batería de títulos falseados. Pasear la vista por la biografía oficial de la ex ministra Bibiana Aído o por el currículum del ex ministro Pepiño Blanco eran aventuras repletas de exotismo a la busca y captura de honores y saberes que ni eran ni podían ser. Había de todo, con predominio de estúpidos eufemismos para disimular que ninguno de ellos había estudiado prácticamente nada en realidad y que su trayectoria escolar y universitaria era un desierto. Eran tan gruesas las mentiras como sospechoso era por el mismo tiempo el currículum de Iñaki Urdangarin, especialmente cuestionable cuando su día a día comenzó a ponerse peludo. Para entonces, la situación en la Zarzuela se había puesto aún más imposible y los españoles estábamos convencidos de que la famosa armonía en los intestinos de la Real Familia llevaba mucho tiempo siendo un cuento chino.
Lo que pasa es que este trío de famosos que se ha encaramado a la cresta de la ola en el surf del día a día lo ha hecho a cuenta de un hilarante comportamiento y en función de unos hechos que sacan los colores. Ahí es nada el ex presidente de la Generalitat de Cataluña alcanzando su minuto de gloria cuando un juez del norte de Alemania lo ha dejado libre ignorando probablemente a quien ponía en la calle. Ahí es nada el lamentable espectáculo ofrecido por la reina Letizia a las puertas de la catedral de Palma, posteriormente completado con esa forzada reconciliación cuajada de sonrisas heladas y crispaciones. Y no nos olvidemos del sainete de Cristina Cifuentes y sus falsas titulaciones que ya no puede sostenerse por más tiempo víctima de las pruebas concluyentes y la pura evidencia. 
Ninguno de los tres supuestos merece comprensión. Ni que alguien les tienda la mano.  A veces, este país nuestro se convierte en una broma de mal gusto.

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