Opinión

La quiebra de la pareja

Confieso que a pesar de que no estoy muy al tanto de los asuntos que se debaten en la llamada crónica rosa, la ruptura de una pareja de tanta influencia en esta parcela como la que forman Paula Echevarría y David Bustamante me ha pillado con los rulos puestos. Mi sorpresa se debe probablemente a mi ya reconocida ignorancia sobre el particular, desconocimiento del que me acuso. Un periodista que se precie debe estar lo más puesto posible en todos aspectos de la actualidad diaria, y yo, en las entretelas del famoseo, estoy francamente perdido.
Pues bien y aunque a mí me pillara el suceso con el pie cambiado, todos los expertos llevaban ya tiempo vaticinando que la famosa pareja acabaría quebrándose y a nadie ha parecido asombrar el final infeliz de esta historia. Ni ha asombrado a nadie ni probablemente ha enternecido a pesar de aquel ligero sabor edulcorado y cursilón que impregnó el romance en sus inicios y en la boda celebrada en la basílica de Covadonga, referencia permanente de la tierra de ella. Bustamante era por aquel entonces un cantante novel de lágrima fácil y mucho repente, que se trastabillaba con las palabras hasta el punto de que resultaba muy difícil entenderle y que ni siquiera ganó el concurso  que le hizo popular –tampoco lo ganaron ni Bisbal ni Chenoa sino Rosa la menos afortunada en la carrera posterior- y le convirtió en ídolo de adolescentes de la noche a la mañana.
Ella era ya entonces una princesa con una corta pero intensa carrera de actriz de teleseries, una belleza indudable y unos modales mucho más refinados y elegantes que su pareja. Alguien dijo que eran como la bella y la bestia y a lo mejor acertó de pleno, porque el diagnóstico que están efectuando los entendidos en la materia apunta en esa dirección y sospecha que Paula Echevarría se ha cansado   de la jubilosa tosquedad de su marido. Le hizo gracia en tiempos pero, tras diez años de matrimonio y una hija en común, ella ya no está para mantener artificialmente una convivencia que no le satisface y de la que según esas mismas fuentes expertas ahora reniega.
Son cosas que pasan y no hay que darle más vueltas, pero puestos a encontrar defectos a esta relación, yo destacaría lo pelmazos que han sido siempre a la hora de exhibir su felicidad y armonía como si fueran las única pareja en el mundo que se quisiese. Y luego, para acabar así. Hubiera sido mejor haber sido más discretos. 

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