Opinión

Justicia popular

Ante la Comandancia de la Guardia Civil de Almería se desarrolló al atardecer de este domingo una escena escalofriante protagonizada una masa se seres humanos cargada de ira justiciera: se transformó en jauría humana.
 Pedía a gritos que le entregaran a Ana Julia Quezada, la presunta autora del asesinato y ocultación del cadáver durante doce días del niño Gabriel Cruz, de ocho años, hijo de su novio y de su exesposa, Patricia Ramírez.
 Esa suceso fue toda una lección sobre a dónde pueden llegar las mentes incendiadas por la emotividad vengativa, embridada por la justicia reglada con leyes.
 Pero pese esa contención, especialmente en las democracias, miles de personas volvieron a los tiempos bárbaros al pedir linchar a esa mujer, o la pena de muerte, aunque con ella delante muchas serían incapaces de llegar tan lejos.  Pero una minoría, sí mataría: como los asesinos en la retaguardia en los dos bandos en la guerra civil española.
 La madre del niño asesinado, sin embargo, apareció como una gran mujer: este lunes llamó a la tranquilidad y pidió por todos los medios que se reduzca la pasión vengadora.  Estimulado por algunos medios informativos y redes sociales, todo suceso luctuoso puede resultar un arma para quien sepa manejarla.
 Las masas, aleccionadas virulentamente por causas políticas, sociales, económicas, hasta deportivas, pueden pasar del pacifismo al belicismo en poco tiempo; como los yihadistas.
 Parte de la España actual está en situación cercana al estallido por cualquier causa: véanse agitaciones como el reciente movimiento de mujeres calificado de feminista.  Ocurrió en el quinto mejor país del mundo para ser mujer, tras Islandia, Noruega, Suiza y Eslovenia: las manifestantes, incluso musulmanas con velo -valen la mitad del hombre-, acusaban a España de ser la nación más machista del planeta.

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