El resultado ofrecido por las elecciones en Andalucía no solo ha sorprendido a una amplia mayoría de ciudadanos y muy especialmente a los de fuera de la comunidad que se citaba en las urnas, sino que ha vuelto a demostrar la inutilidad de las encuestas. Los doce diputados obtenidos por Vox han dejado patidifusos tanto a esos politólogos que se sientan en las tertulias radiadas o televisivas y que pontifica con suficiencia analizando situaciones que posteriormente los resultados se encargan de descalificar, como a la propia izquierda. Casi cuatrocientos mil andaluces han votado a este producto del descontento brotado a la derecha del Partido Popular como anteriormente había ocurrido en el otro platillo de la balanza con Podemos, un movimiento nacido de la indignación y posicionado a la izquierda del Partido Socialista.
Tanto Podemos como Vox son hijos del mismo proceso y no resulta aventurado sospechar que van a conducirse por el mismo camino. Podemos cuajó entre iracundos plantados en la Puerta del Sol de Madrid, a los que había terminado por sacar de quicio el grado de incumplimiento y corrupción entreverado en los partidos tradicionales, y Vox nace de una paciencia que se agota en reductos conservadores para los que los valores de la España tradicional, sus señas de identidad y sus símbolos han sido agredidos y despreciados. Podemos predicó la caza y captura de la “casta” y llenó su discurso de patrañas sociales y mensajes asamblearios ideados por un equipo de penenes con aspiraciones antiguas y acabó convertido en “casta” misma con sus máximos dirigentes instalados en un chalet millonario con piscina, alarmas inexpugnables y barbacoa para pasar el domingo. Vox aprovecha las frustraciones que transmite una sociedad debilitada para expresar su rechazo a la emigración, su anti-europeísmo y su defensa de los valores patrios cuestionados más de la cuenta desde las filas de los independentismos. Entrará en el torrente constitucional y quiero pensar que serán flor de días.
¿Y el PSOE?... sospecho que se han olvidado de que una multitud sumamente representativa de su poder omnímodo desde hace casi cuarenta años se sienta hoy en el banquillo. Esta situación de monopolio no había pasado factura. Hasta ahora mismo…
