Opinión

Francia, segundo tiempo

Nuestro país ha construido gran parte de su ordenamiento jurídico, político y administrativo inspirado en el modelo francés, de modo que gran parte de las cosas que nos ayudan a desmarcarnos del caos tienen esa esencia. Es francés en su raíz nuestro modo de administrar justicia. Y el desarrollo mismo de los procedimientos judiciales que tanto nos inquietan y tan relativamente entendemos está inspirado en el modelo que instauró Napoleón al otro lado de los Pirineos. También lo es nuestra Policía que, inspirado en el patrón napoleónico, tuvo a bien desarrollar Fernando VII a pesar de que en la actualidad, los franceses han apostado por un escalafón que se inspira en el de las policías estadounidenses y, por tanto, donde había inspectores y comisarios ahora hay detectives, sargentos, tenientes y capitanes. 
Somos franceses en muchas cosas y sin embargo y en mi opinión de forma afortunada, no hemos incorporado el asunto de la segunda vuelta, el proceso electoral que hace de Francia un curioso caso de bipartidismo a la medida como tendremos ocasión de comprobar  hoy, día en el que los franceses se juegan el futuro en las urnas como probablemente no se lo han jugado nunca al menos en el último cuarto de siglo. Francia dibuja su futuro en función de dos ideas antagónicas de gobernar el país, y asume una gran responsabilidad en la aplicación del procedimiento. Probablemente no hace falta recordar que los resultados de los comicios presidenciales en el país vecino no solo afectan a esos no siempre bien avenidos vecinos sino a todos los europeos en general. Incluso a los británicos, que han optado por tomar el olivo y que seguramente ahora están comenzando a darse cuenta del grave error que han cometido.
Francia ha castigado en la primera vuelta a los partidos tradicionales y ha pasado el testigo a dos formaciones opuestas por completo pero lastradas por idénticas flaquezas. Macron y Le Pen parten en su pelea por el Eliseo de lo mismo. Ninguno cuenta con un partido a la espalda suficientemente cuajado y experimentado e incluso Macron ni siquiera lo tiene. Ambos irrumpen en la política con lo puesto y ambos han hilvanado apresuradamente un programa que les ayude a comparecer en público pero cuyos pormenores prefieren ocultar porque ninguno de los dos se ha parado a desgranar la propuesta y ya llegará el momento de calcular cómo y con qué dinero se pagan las promesas formuladas durante esa campaña. Hoy es el día y ya veremos.
 

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