Opinión

El drama del reparto

La historia cuenta que los momentos más duros de recesión, necesidad y miseria son también los más propicios para engendrar multimillonarios. Las grandes fortunas se generan en situaciones extremas y cuando la mayor parte de los seres humanos se curten en las renuncias y las privaciones hay tipos que se hacen de oro. Ni siquiera es necesario que corrompan, ni expolien, ni sangren, ni extorsionen. Simplemente el ámbito es el más propicio para que unos se hagan mucho más ricos y otros sean mucho más pobres, si bien para hacerse millonario hay que tener dinero. Cuanto más dinero tenga uno más engrosa su capital. Dinero llama a dinero, ya se sabe, es ley de vida.
Escuchando las angustiosas llamadas a la solidaridad que parten de instituciones tan habituadas a la desgracia humana como puede serlo Cáritas, -cuyo presidente se asoma a las pantallas de la televisión para seguir insistiendo en que la salida de la recesión será un hecho para la alta política pero sigue sin advertirse en la vida cotidiana- queda para el hombre corriente la amargura en la boca de sospechar que para hacerse inmensamente rico no hace falta ser intelectualmente superior a los que no lo son. E incluso abundando más, cabría sospechar que los más inteligentes nunca se hacen ricos. Pueden ser héroes, benefactores, comprometidos, generosos e incluso chiflados pero nunca serán multimillonarios.
Las estadísticas producen un cierto sonrojo porque demuestran el reducido número de aquellos que acaparan la mayor parte de la riqueza y la inmensidad de los que observa a este grupo privilegiado desde el otro lado de las alambradas. El injusto reparto no es, desgraciadamente, patrimonio de países lejanos inmersos en el infierno del tercer mundo sino que responde a una radiografía cotidiana del nuestro que está incluido entre los países privilegiados en el sector más civilizado y próspero del mundo. Algo no está funcionando.
Este panorama desolador que no acaba de mostrar un atisbo verdadero de recuperación es más oscuro si cabe en un ámbito en el que todos los días se destapan nuevos casos de enriquecimiento ilícito. Hay, sin embargo, un soplo de viento a favor, La Justicia, con mayor o menor retraso, parece que funciona. Que así sea.

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