Opinión

Ultraderecha, hija del buenismo

El domingo 24 se elegirán en Alemania los 630 diputados de su cámara baja, el Bundestag, que votarán previsiblemente como canciller para los años 2017-2021 a Angela Merkel.
Parece que también vivirán el renacimiento de un partido ultraderechista, Alternativa para Alemania (AfD), que resucita al amparo del rechazo general creciente al islam.
 Fundado en 2013 estuvo a punto un año después, pero se rehízo con la llegada desde 2015 hasta ahora de 1,5 millones de refugiados de las guerras musulmanas, invitados por Merkel en nombre del buenismo y humanismo de origen cristiano y la necesidad de mano de obra.
 Esa llegada de masas de antecedentes desconocidos, con la sospecha de que entre ellas venían yihadistas, más las ayudas que hubo que dárseles muchas veces perjudicando a los nacionales, provocó una reacción negativa que no supieron neutralizar los dos grandes partidos, el cristianodemócrata de Merkel y su oposición, pero en coalición con ella, el socialdemócrata, de Martin Schulz.
 Un país libre, desinhibido, un tercio menor que España y con 86 millones de habitantes, afrontó enormes problemas sociales y de orden público, incluso violaciones masivas, provocados por quienes exhiben modos semimedievales y menos apego al trabajo que a las ayudas sociales.
 La ausencia de una formación para la adaptación de inmigrantes, por un lado, y la irritación de muchos alemanes que se sienten desplazados al colocar a inmigrantes frecuentemente por delante de ellos, multiplica el nuevo partido, moribundo nada más nacer.
 Ahora el AfD crece hasta poder convertirse en la tercera fuerza alemana amparado en la no integración de los islámicos, frecuentemente radicales; dicen tener suficiente experiencia con 2,7 millones de inmigrantes turcos, muchos inasimilables.
 Los dos partidos mayoritarios presumiblemente volverán a gobernar en coalición, pero ya son más selectivos con las oleadas musulmanas.

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