Opinión

Charnegros

Dice la Academia: Charnego, charnega. Del catalán xarnego, y este del español lucharniego. Adjetivo despectivo. Inmigrante en Cataluña procedente de una región española de habla no catalana. También sustantivo.
 El cronista quiere añadir su propio neologismo: Charnegro. De charnego y negro, en recuerdo de los jefes tribales que vendían a los suyos para recibir pago en especies y el beneplácito del traficante blanco, al que trataban de parecerse aplicándose blanqueadores.
 El charnegro es el que se avergüenza de su origen, antepasados e idioma y desea parecerse a los separatistas al admirarlos como amos de Cataluña por sus apellidos y lengua regional.
 El Diccionario facilita ocasionalmente ejemplos aplicables a sus definiciones; el neologismo charnegro tiene el suyo, Gabriel Rufián, diputado en el Parlamento español de la independentista Esquerra Republicana de Catalunya, ERC.
 Hará un año este día 29 que Rufián gritó cargado de ira en el Pleno que nombró a Mariano Rajoy presidente del Gobierno por segunda vez: “Soy hijo y nieto de andaluces que llegaron a Cataluña hace 55 años desde Jaén y Granada, soy lo que llaman un charnego y soy independentista. He aquí su derrota y he aquí nuestra victoria”.
 El charnegro Rufián se pavoneaba hinchándose en el Parlamento para los amos blancos, esos de lengua y apellidos catalanes que dominan la política y gran parte de la economía de la Comunidad.
 Se daba sus afeites blanqueadores en el gran escenario, despreciando los demás españoles, como hacen los militantes de Súmate.com, charnegros que demandan caricias de los amos de los lucharniegos, perros de caza nocturna, aunque sus apellidos –mayoritarios en Cataluña—serán de segunda mientras los blancos sean de primera.
 Charnegros son los capataces y los luchadores mandingos que maltratan y sacrifican a la mayoría de sus hermanos en las plantaciones.

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