Opinión

Por comer demasiado lento

La supongo informada, dilecta leyente, de esa denuncia que han interpuesto unos padres contra la directora de un centro educativo y una cuidadora del comedor por supuestos malos tratos a un niño de 5 años.
La presunta infracción penal se basa en que el crío seguía con el postre y se negaba a entrar en el aula y, ante la reiterada desobediencia, la cuidadora como que le dio una colleja y además le propinó un tirón de orejas. Eso al menos es lo que dice la información periodística.
Y si las cosas son como las cuentan, uno se pregunta si es que no hay pausa entre la comida y la clase o es que el chaval es más lento comiendo que el caballo del malo galopando, o si se recreó en la sandía, que le gustaba más que el estudio. Pero, sobre todo, ¿por qué la cuidadora no se limitó a retirarle el plato por haber finalizado la hora de la comida? Aunque a lo peor la denuncia hubiera tenido más gravedad al atentar contra el derecho a la alimentación del chaval.
Entre el bullying, la droga y la agresividad de algunos profesores, tendremos que seguir el ejemplo de las madres espartanas que al despedir a sus hijos para ir a la guerra, les arengaban con aquello de “Vuelve con el escudo o sobre él”.
El tema de la educación de nuestros hijos o nietos es un verdadero problema. La cuestión es si deben venir educados de casa, si la obligación de educar es del colegio, o si debe haber una actitud colaboradora entre  la familia y el “centro educativo”.
Mire, para cualquiera que no sean los padres del niño, darle una colleja a un crío rebelde no debería constituir maltrato, pero lo es. El Código Civil, que establece la obligación para los padres de educar y corregir a sus vástagos, prohíbe terminantemente el uso de la violencia y ya no es la primera vez que un padre (fundamentalmente éstos) que es condenado penalmente por excederse en la reprimenda. Ya ni la llamada “bofetada psicológica” es admitida. Y, por ello, tampoco aquéllos pueden autorizar a los maestros a utilizar el “palo y tente tieso”.
Recuerdo un caso similar en Vigo en que tuve que intervenir y mientras la joven profesora temblaba como un flan, la “víctima”, en plan farruco, la amenazaba con “la del pulpo” cuando se enterasen sus padres.
Mire, a los de mi generación, que somos del plan de estudios “La letra con sangre entra”, estas cosas aún nos sorprenden, sobre todo porque los chicos ven bastante más violencia enmascarada en los dibujos animados que en la vida real más inhóspita. 
¡Proporcionalidad y congruencia, amigo Sancho!
 

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