Opinión

Certificado al ratón Pérez

Pues, dilecta leyente no sé si estará enterada de un enternecedor  “sucedido” allá por tierras de La Pampa y del mítico Martín Fierro. Resulta que a un niño se le cayó un diente en el patio del colegio y no fue capaz de encontrarlo para hacérselo llegar al ratoncito Pérez. Por lo que al verlo tan abrumado, su profesora no dudó en hacerle un certificado dejando constancia del hecho para su entrega al bonachón roedor a los efectos procedentes; por lo que indirecta y subsidiariamente les endiñaba el marrón a los padres del cariacontecido chaval.
Ahora bien, aquí caben muchas interrogantes:
¿Tiene el ratón Pérez y subsidiariamente los padres (ahora que no nos oyen los críos) obligación de pagar un estipendio por el diente caído al infante? Pues, nuestro Código civil establece que la costumbre es fuente del Derecho.
¿Se puede considerar que estamos ante una costumbre? Pues, desde Hispanoamérica, Asia y el Cercano Oriente existe esta tradición; por lo que cabría contestar afirmativamente.
¿Cuál es el origen de esta costumbre? Pues, parece que existe desde el siglo XVIII y proviene de un cuento francés (“La Bonne Petite Souris”) que habla de un hada que se convierte en ratón para ayudar a derrocar a un malvado rey, ocultándose bajo la almohada  del mismo, tras lo cual se le caen todos los dientes
¿Cómo se prueba el hecho? Lo habitual es proteger la escena del crimen, recoger con todas las medidas de prevención el cuerpo del delito, y evitar que se rompa la cadena de custodia; pero en el caso que nos ocupa existe una prueba documental, y quizá sería preciso un informe pericial buco-dental que determine que se trata de un diente de leche y las circunstancias de su pérdida.
¿Cómo se informa del hecho y se lleva a cabo la reclamación pertinente? Pues lo normal es enviar un burofax y, si no es posible llegar a un acuerdo amistoso, se presenta una demanda de monitorio, haciendo constar como avalistas de la deuda a los “viejos”.
¿A qué dirección? Pues esto que parecería lo más complicado, en nuestro país lo tenemos solucionado, ya que el simpático roedor tiene en Madrid su propia rúe, calle del Arenal, número 8, en una pastelería, con su placa y todo. Vamos, hasta tiene un museo, “El Museo del Ratón Pérez”.  Así que localizado está.
¿Cabe recurso? Por supuesto, en caso de no quedar satisfecho con el regalo, y tras la “injusta” resolución en primera instancia.
Pero cuidado con llegar al extremo de infantilizar a nuestros chavales, pues la biología demuestra que parte del cerebro responsable de evaluar las consecuencias de sus actos está inmadura en el 85% de ellos. 
 

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