Opinión

Cayó el depredador

Pues sí, dilecta leyente, al fin cayó el depredador sexual que rondaba por los contornos pontevedreses, atacando a indefensas niñas. Hasta el momento sólo aparecen registrados tres casos, acaecidos en Nigrán, Ponteareas y hasta en Mondariz-Balneario, su propio lugar de residencia. Lo que parece denotar no solo su osadía que le llevaba a actuar a plena luz del día, a cara descubierta y en su propio vehículo, sino que sus pulsiones sexuales debían ser más intensas y frecuentes, lo que le llevaba a asumir cada vez más riesgos.
Tal como refirió la víctima de Nigrán, una adolescente de 14 años, el autor era un hombre de mediana edad, que utilizó con ella, el sistema que en anteriores artículos calificamos de método del “cazador trampero”; saliendo trasquilado, sin conseguir su objetivo y llevándose en la mejilla la rúbrica de su audaz presa.
Si no salen a la luz más casos, es posible que el andoba vuelva a su particular sabana en busca de nuevas gacelas, pues lo único efectivo contra el mismo son las lesiones producidas a una de las menores, que incluso podrían considerarse de carácter imprudente, consecuencia del forcejeo. Y es que de los tres delitos que podrían imputársele: agresión sexual en grado de tentativa, detención ilegal y lesiones. Sólo tiene visos de prosperar éste último.
En cuanto a la agresión sexual falta por determinar el dolo, es decir la intención, pues no parece que ni llegara a quitarles la ropa, ni se quitase la suya, por mucho que intuyamos sus libidinosos deseos. En cuanto a la detención ilegal, tampoco parece tener encaje, pues salvo que la privación de libertad exceda de lo entendido como necesario para llevar a efecto el delito principal se considera “copenado”, o sea que forma parte integrante de aquél, a no ser que, descartado por falta de pruebas el hecho sexual, se le impute como delito autónomo en grado de ejecución imperfecto. 
Y no parece que la última reforma del Código Penal, que entró en vigor en julio, resuelva el problema, a parte de que no tiene efectos retroactivos. Y no olvidemos que tenemos una legislación de las más garantistas. En cualquier caso, los investigadores seguramente reservan datos que no transcendieron a los medios de comunicación, pues es clásico el hermetismo de la Benemérita y es posible que el juez declare el secreto del sumario, por lo que sólo queda especular, respetando la presunción de inocencia.
Al final resultaría que el bandarra era un tipo con pareja estable, con familia, con empleo y considerado por sus vecinos por persona afable; lo cual no deja de ser una característica bastante común. Y sin embargo, al parecer, tenía antecedentes por hechos similares, lo cual también suele ser también común. Y aquí vuelve el inacabado debate sobre la búsqueda del equilibrio entre libertad y seguridad  y sobre si debe prevalecer el derecho a la reinserción (cosa altamente improbable en este tipo de delincuentes) sobre la seguridad de nuestras vulnerables niñas.
En el talego, será inmediatamente considerado “preso de confianza”, porque estos waltrapas son fuertes con el débil y débiles con el fuerte, cobardes y chivatos. Y como suelen reincidir, lo mejor es que le faciliten una muñeca hinchable y que se vaya acostumbrando al látex.
 

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