Opinión

Para Benja y Julia

Pues, jubilado como poli y como profe de Derecho y careciendo de afición legal que destacar, me fui a colegiar como bogui; como “no ejerciente” ya lo estaba desde que terminé la carrera. Unas solícitas administrativas me atendieron con auténtica amabilidad, pero todas parecían girar en torno a un hombre que simulaba ser una especie de jefe de planta de unos grandes almacenes. Sí, se trataba de Benjamín, “Benja” para todos, que era como el compendio de todas las virtudes: eficaz y servicial. Y, además, resultaba que era un viejo conocido, que para más “inri” tenía un hermano policía. Lo cual, tal vez justificaba tan emotiva acogida por su parte, el cual me dio unos inestimables consejos sobre la cuestión administrativa del Colegio.


El secretario, José Araujo, al que fui presentado, aunque ya tenía el placer de conocer, era un juicioso profesional y una excelente persona.  Al Decano no lo vi por ninguna parte, pero supuse que estaría suficientemente atareado como para atender a todos los que se colegiaban. Aunque hubiera estado bien. En cualquier caso, su fama le precedía,  y lo tenía por un digno representante del Colegio.
Y llegó mi primera intervención como abogado de oficio en defensa del detenido. A las 9 horas estaba puntualmente entrando en el Colegio, pues se trataba de asistencia presencial, de donde te derivaban al Juzgado, Comisaría, Cuartel o Dependencias municipales, según fuera el lugar de donde requirieran el servicio. “Benja” ya tenía preparados los impresos que deberíamos cubrir de petición de justicia gratuita para el “cliente”, reiterándonos que no nos olvidásemos de exigir el sello de la Dependencia que justificara nuestra intervención y luego volviésemos a entregar los papeles debidamente cumplimentados para poder cobrar.


Este sábado, Benja y Julia celebraron su 33 aniversario en un restaurante de Cangas. Y yo les deseo otros tantos de feliz convivencia, pues aunque no he tenido vocación de abate ni de nubil, y no he sido más tunante porque no he podido, sin embargo siento admiración por esos épicos amores que se fortalecen ante la adversidad y parecen gozar del don de la inmortalidad. Incluso debo confesar que viendo Ghost (una historia de amor más allá de la muerte), tuve que reprimir un amago de consternado  suspiro.
En fin tortolitos, permitidme, como singular regalo, que os ofrezca una breve adaptación de una de mis canciones favoritas, y que evidencia que este azaroso corazón aún conserva un poso del desdeñado romanticismo: “Cómo han pasado los años/ qué mundo tan diferente/ y aquí estáis frente a frente/ como dos adolescentes/ que se miran sin hablar./ Cómo han cambiado las cosas/ las vueltas que dio la vida/pero el tiempo no ha podido/ hacer que cambie lo vuestro…/
¡Feliz Aniversario!

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