Opinión

"Panic button"

La tenía pegada en el panel de instrumentos de mi avión: ‘Panic button’ (botón de pánico). Una pegatina que solo servía para relajar a los amigos que me acompañaban en mis primeros vuelos. Ahora en el casco de la moto también llevo escrito un ‘warnig’: ‘En caso de accidente no me quiten la cartera’. Vainas de uno. A otros les da por subirse a los carballos.
Y a otros por jodernos la existencia. Y uno no da llegado con el pie a la pisada. Primero el Brexit, que deja a Europa a los pies de los dragones asiáticos; luego Obama, que se largó a toda prisa en el Force One, porque un francotirador se cargó a 5 polis en Dallas, en una protesta racial contra los ‘gatillo alegre’ que, a su vez, se cargan como moscas a los ‘afroamericanos’ (negro suena mal: ¿habrá que decir que Rajoy le regaló a Obama un jamón de ‘pata afro’?; pues vale: no se dirá mierda se dirá caca, pero en África lo siguen teniendo negro de cojones); el ‘Boss’ durante 3 minutos -lo que aguanta cualquiera bajo el agua- se reunió con los otros 3 payasos made in Spain en el aeropuerto de Torrejón, protocolaria ridiculez: ‘hello and goodbye’, pero ansiaban la foto ‘face to face’, para presumir de ser líderes mundiales de talla ‘king size’ (vergüenza ajena dios, incapaces siquiera de formar gobierno, impresentables); y en medio muere corneado en España un torero en una plaza, un hombre, con familia y honor: Víctor Barrio ( liderazgo no sé, pero arte, valentía y pundonor se le salían, como la sangre, a borbotones) y tuitean odio, albricias y ponzoña los de la sociedad protectora de ellos mismos: bichos, virus, plaga inmunda; y luego viene lo del camión en el paseo de Niza: 19 toneladas de terror y de error policial: 84 muertos -10 de ellos niños-, 50 heridos críticos, innumerables víctimas ; luego lo de los tanques en los puentes sobre el Bósforo, y más víctimas, un holocausto de civiles wasapeados al sacrificio por Erdogán, el  mandamás de Turquía, que igual pide entrar en la (des) Unión Europea que instaurar la pena de muerte en su país: ‘Fue un regalo Alá’, dijo tras la asonada militar… menudo zorro  a las puertas del gallinero de Bruselas; luego ya viene lo del tren en Alemania, donde un refugiado afgano, de 17 primaveras secas, se radicaliza en horas 24, y pasa del agradecimiento al asesinato, y ataca con un hacha a los pasajeros del convoy, y deja claro que empatizar con quien te mata, además de criar cuervos es salvar hijos de puta; y a hijoputez seguida, también en Alemania, lo de Múnich, donde un ‘germano-iraní’ -una polla como una olla lo de germano-, víctima del bullying (pero también del Corán) se carga a 9 prójimos cerca de un McDonald’s; y a más a más, que diría un refugiado de ‘junts pel sí’, un sirio hace estallar una mochila en un festival de música y se va con las huríes; y en Normandía, otros dos bravos de ‘Alá vas’ degüellan a un octogenario armado de un crucifijo… Y así, fanatismo con hamburguesas, o con liturgias, o con festivales, o con  ‘promenades’ es lo que nos desayunamos cada día en este Tiffany de sangre.
Y todos ello en Occidente (la ‘fiambrera’ del  Mahoma), en el siglo de la laicidad, en apenas tres semanas, y en un mes (julio/2016) que tuvo 5 viernes, 5 sábados y 5 domingos, y que según los chinos trae buena suerte. Menos mal que hoy se acaba. 
Porque por lo que se ve, en cuanto a tener la Europa en paz -y las vacaciones- la única solución que nos queda a los hombres de buena voluntad (iba a decir, herramienta) es pulsar la pegatina de ‘Panic button’. O unirnos todos al Daesh, al no poder con el enemigo. O desear  que gane Trump las elecciones en América: no sé a vosotros (aunque nos lo estamos ganando a pulso) pero esto a mí no me relaja un carallo. 

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