Opinión

No quieren

Mientras el Presidente de Francia, Enmanuel Macron dejaba dicho ante el Parlamento Europeo que la soberanía de los países no se puede trocear, Roger Torrent, presidente del Parlamento de Cataluña ponía rumbo a Ginebra para intentar convencer a miembros de Naciones Unidas que en España no hay libertad.
Mientras tanto Junts per Catalunya y Ezquerra continúan sin decidirse por un candidato a la Generalitat al tiempo que Carles Puigdemont se ha hecho omnipresente en la política española.
En realidad, la crisis en Cataluña sigue abierta porque las fuerzas independentistas se niegan a volver a los cauces constitucionales.
Por una parte, sus líderes no dejan de repetir que quieren "hablar" pero por otra parte han puesto rumbo en dirección contraria hacia el diálogo.
Solo se puede hablar si respetan el Estatuto de Autonomía y la Constitución, a partir de ahí es cuando la política entra en juego.
En realidad el independentismo parece haber abrazado la vieja máxima revolucionaria de "cuanto peor, mejor". Claro que hasta el momento lo único que va peor es Cataluña.
Bien es verdad que con la aplicación del artículo 155 de la Constitución lo único que se ha demostrado es que no pasa nada, que la vida sigue. Pero también es verdad que la inestabilidad política en Cataluña está teniendo una repercusión directa en su economía que podríamos resumir de esta manera: los inversores no se fían. Y así ha continuado el goteo de empresas catalanas que hacen las maletas.
Así que mientras los líderes independentistas no corten el nudo gordiano que ellos mismos han atado Cataluña estará atascada.
Sorprende que los líderes independentistas sean tan empecinados, tan obcecados que ni siquiera escuchen lo que vienen repitiendo los lideres de la UE, que no es otra cosa que no están dispuestos a permitir que Europa se trocee.
Roger Torrent podría no atender sino reflexionar sobre las palabras dichas por Macron ante los europarlamentarios: las Constituciones no se trocean, la soberanía de los países no se trocea. Una cosa es ser sensible a las diferencias que se puedan dar en las distintas regiones y otra creer que eso basta para construir nuevos Estados.
Hay que preguntarse hasta cuando van a seguir haciendo daño a Cataluña los líderes independentistas y hasta cuando los ciudadanos catalanes se lo van a consentir.

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