Opinión

Constitución, elecciones

Los padres de la Constitución la hicieron tan bien que no necesita defensores: se vale sola. La prueba es que en 40 años sólo ha sufrido dos enmiendas, ambas obligadas. La primera, con el ingreso en la UE y el voto de los ciudadanos comunitarios. La segunda, tras las famosas llamadas del presidente de la Comisión, Merckel y Obama a Zapatero advirtiéndole de que el déficit en que estaba embarcando al Estado iba a descarrilar la economía occidental. De ahí salió la segunda reforma exprés sobre la estabilidad presupuestaria que nadie ha sido capaz de derogar, pese a que Sánchez, que votó a favor, es partidario ahora de anular dicho precepto. Claro que antes era el ciudadano Pedro y ahora el presidente, según la Teoría Calvo. Ambas modificaciones, que afectaban a artículos fuera del núcleo duro, pudieron realizarse con rapidez y consenso. Otra cosa sería tocar los capítulos sobre la forma del Estado y -lastimosamente, grave error de los legisladores- la sucesión de la Corona, que mantendrá la discriminación por sexo por las enormes dificultades que supondría su cambio: votación de Congreso y Senado con mayoría de dos tercios (232 diputados), referéndum, elecciones y nueva ratificación. Posible en los años ochenta y noventa, cuando PP y PSOE regían el bipartidismo de hecho, impensable hoy.
Quizá el único retoque debería afectar a la ley electoral, que no está en la Constitución aunque emana de ella, para fijar límites a los cargos, la elección alcaldes directamente por los ciudadanos y la eliminación de las provincias como circunscripciones (esto sí en la Constitución), aunque no lo veremos. Ayer se conmemoraron los 40 años en Vigo, aunque me temo que el ambiente está para elecciones y no para consensos, como se pudo comprobar en la ceremonia del Marco, donde la controversia ganó al entendimiento. Una pena. Continuará...

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