Opinión

El PSC, algo más que un partido

Las elecciones catalanas son eso -catalanas-, pero realmente esta vez son unas elecciones de Estado. Vitales para los intereses de los catalanes, por supuesto, pero también para los del conjunto de los ciudadanos españoles. Sostener lo contrario equivaldría a llamarse a engaño e intentar falsear la realidad bajo la apariencia de decir solo lo que también es cierto: son unas elecciones autonómicas.
Si se asume la hipótesis más verosímil -el interés de Estado- parece lógico que estas elecciones tengan el tratamiento de unas generales, ya que en el fondo están en juego las cosas de comer; es decir, los intereses de España como Estado de la Unión Europea; el futuro de la banca; el horizonte de las empresas -grandes y pequeñas-; el crecimiento del PIB y, en consecuencia, el mercado de trabajo; las inversiones públicas y privadas; la financiación autonómica; las pensiones, y muchas otras cosas.
Visto con perspectiva de Estado -no de ningún partido, ni solo con perspectiva catalana- parece también evidente que a España le interesa que el Govern resultante no sea hostil. Pero por esa misma razón, si el Estado aplica la inteligencia política tampoco le interesa que el Govern sea hostil con el independentismo y menos aún con el nacionalismo. A una política de Estado le interesa la centralidad, de modo que sea posible el diálogo político y el encaje -transitorio o definitivo- de Cataluña en España. Cualquier tipo de radicalismo puede tener graves consecuencias, como ya se ha visto.
En esa hipótesis solo hay un partido catalán que responda a tantas expectativas, y no es otro que el PSC, ya sea como líder del Govern o como socio de una gran coalición. Porque un Govern encabezado por Ciudadanos -hipótesis en la que confían algunos- sería cómodo para Madrid pero tendría muchas dificultades en Cataluña y un Govern de ERC con radicales podría tener buen anclaje en una parte de Cataluña pero tendría difícil la convivencia con Madrid, salvo que en Madrid hubiese un cambio de gobierno o, de repente, se impusiera la realpolitik en Madrid y Barcelona, lo cual tampoco estaría mal pero no parece lo más probable.
Lejos de ser una defensa del PSC, atribuirle este peso puede complicarle las cosas, pero para paliar ese tipo de circunstancias se supone que están los estrategas políticos, cuyo lenguaje no siempre coincide con el de los analistas, entre otras cosas porque los primeros no suelen tener reparo en decir una cosa y hacer otra, mientras que los análisis -máxime los periodísticos- se supone que deben ser veraces. Dicho de otro modo, y sin rodeos: lo inteligente y práctico para España -y para una Cataluña catalanista, no independentista- es apoyar al PSC. De ese modo, no se le mete el dedo en el ojo al independentismo ni se rompe con Madrid. No se queda bien del todo con casi nadie, pero no se rompe nada.
Por si alguien lo duda, puede resultar ilustrativo un gráfico y un análisis que publicó El Periódico de Catalunya, donde salta a la vista que el partido con opciones de captar más votos en distintos caladeros del rico mestizaje político catalán es el PSC. Pero esto no garantiza nada, ya que si no lo consigue, a izquierda y derecha, puede volver a fracasar, con la diferencia de que esta vez no solo fracasaría el PSC sino el interés general y la centralidad política de Cataluña y de España. Son los riesgos de haberse difuminado en Cataluña el eje izquierda-derecha para dar paso a extraños compañeros de cama como el PDECat y la CUP. No se trata, pues, en este análisis de apoyar al PSC, ni menos aún de pedir el voto para el partido de Miquel Iceta, sino de subrayar que sin el PSC en un papel protagónico seguirán las tensiones de alto voltaje entre Cataluña y España. Dicho queda.

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