Opinión

"Las dos cosas, mi general..."

Llevo un tiempo en el que tengo permanentemente en la memoria aquel conocido chiste que ustedes también recordarán y que conozco desde hace muchos años. ¿Me permiten que se lo repita para comenzar? Pues ahí va. Preparaban en un cuartel la visita del general, y el capitán pretendió adoctrinar a un recluta. “Llegará el general y estaréis todos formados en el patio y dirá: ‘Uno que dé un paso al frente’. Tú rápido sales adelante y te va a preguntar como siempre tres cosas: cuántos años tienes, cuánto tiempo llevas en el cuartel y qué te gustan más, las lentejas o las alubias. Tú -le recalcó el capitán-, respondes por este orden: ‘Veinte años, tres meses y las dos cosas, mi general”.
Según el plan previsto, llega el general, pero le hace las preguntas cambiadas. “¿Cuánto tiempo llevas aquí?”. “Veinte años, mi general”. “Entonces ¿cuántos años tienes?” “Tres meses, mi general”. Y el remate es antológico: “Pero vamos a ver ¿tú eres tonto o idiota”. La respuesta rápida fue: “Las dos cosas, mi general”.
Pues a mí me entra la duda si seré también las dos cosas al ver lo que está aconteciendo en Cataluña y las actitudes cambiantes de los tristemente célebres protagonistas. Hoy dicen digo y mañana Diego y pasado ni se sabe. Resulta que nos tienen en vilo y aquello, mire usted por donde, fue “simbólico”. ¡Demencial! Y si hace falta decir lo que fuere preciso para engañar a los tribunales y salir a la calle pues se dice “simbólicamente” lo que sea preciso. Como si nos quisieran tomar a todos por tontos o idiotas. Y encima el expresident Mas empeñado en que los ciudadanos le paguen la multa que le ha marcado la ley. Y para ello apela a la “generosidad” del pueblo catalán porque dice que la decisión fue de todos los que el 9-N participaron. Y le acaba de decir a Puigdemont: “Rectifica, necesitamos dinero”. Vamos que “la pela es la pela”, y está en su ADN.
Cada vez entiendo menos cuanto hacen y dicen estos “listillos simbólicos”. Un culebrón que ojalá nunca acabe en tragicomedia. Y, en el mientras tanto, el clan Pujol, aquel que afirmaba sin rubor que “España nos roba”, se encuentran callados y sin decir ni “mu”, tal vez de manera simbólica que es lo que se lleva, por lo que se ve, en toda esta maraña. ¿Quién tapa a quién?
Por otra parte, personajes que llevan a la ruina a su país, al caos la economía, y al desconcierto de la ciudadanía pretenden repetir la jugada ganando en unas urnas serias un protagonismo que nunca debieran tener. El tema es digno de Cicerón y sus Catilinarias: “Quousque tandem Catilina abutere patientia nostra…” Y la cosa sigue sabe Dios hasta cuándo, dando cancha en los medios de masas a opiniones de lo más variopintas con aquello de los “presos políticos”, olvidando que lo que acontece es que son “políticos presos”, que es bien diferente. Hay que saber utilizar el lenguaje.
Una cosa tengo muy clara, y es que la orquestación ha sido y sigue siendo perfecta con pasquines editados “en previsión de” y una manipulación a todas luces clara. Ya lo decía Antonio Machado: “En España de cada diez cabezas nueve embisten y una piensa”; y por lo que se ve en este jaleo los que piensan lo hacen muy bien utilizando incluso a niños para conseguir llamar la atención e internacionalizar el problema. Todo muy estudiado. Sí, estudiado, pero por favor que ni somos tontos ni idiotas la inmensa mayoría del pueblo español como para que pretendan manipularnos y hacernos ver negro lo que simple y llanamente es blanco. Bueno, más que eso, rojo y gualda. Veamos si de una vez le llega al pueblo español el amor a sus signos, que ya es hora…
El 4 de enero de 1919 Unamuno, contra el catalanismo, pronunció en Valencia una conferencia que recomiendo. Recojo solamente estas frases: “No he venido para hablar contra la autonomía. He venido a exponer hechos, a explicar lo que ocurre (...); esto es, que la unidad de la patria se ha roto, y que sobrevendrá una guerra civil, aunque no se vaya en ella a tiros por la calle”. “Cataluña ha de acabar, y muy pronto, por separarse del todo del Reino de España y constituirse en Estado absolutamente independiente”. “Cataluña se unió a España, perdiendo su personalidad, a cambio de un plato de lentejas: los aranceles. Pero hoy quieren recabar aquella independencia aunque sea perdiendo las lentejas (...) Cataluña no es una región más oprimida que las otras. Cataluña y Castilla son un matrimonio que no congenia, y la salvación, triste es decirlo, no es otra que la separación del alma castellana y catalana, aunque el cuerpo siga siendo uno mismo...”

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