Opinión

No es ciudad para viejos

La película ‘No es país para viejos’, basada en una novela del mismo nombre, ganó 4 premios Oscar incluido el de mejor actor para el español Javier Bardem. Aunque ciertamente polémico en sus ideas políticas, Bardem es uno de los mejores actores contemporáneos del cine español y su premio es merecido después de un largo bagaje de éxitos tanto en España como en USA. Volviendo a la película, es de alta carga violenta con persecuciones y asesinatos entre bandas de narcotraficantes, sicarios y policías jubilados. Implicar lo de país para viejos deja tanto al lector como al espectador en un pequeño vacío de preguntarse: ‘¿Por qué?’ Pero en el caso de esta nota si tiene que ver con la situación actual debido a los problemas que han surgido últimamente con conductores de más de 65 años tanto en carretera como en ciudad de las cuales La Muy Leal no se escapa de los peligros. 
En la provincia de Pontevedra nada menos que el 15% de los conductores son de la  tercera edad. Hemos visto como la prensa ha resaltado el peligro tanto para estos vejetes al volante como para los demás después del trágico accidente con la muerte de un ciclista seguido de otros incluso con víctima mortal; el mismísimo conductor. Es lógico que las autoridades comiencen a tomar cartas en el asunto porque tienen toda la razón en cómo está la circulación y adelantos técnicos de vehículos en este nuevo siglo XXI. Pero volviendo a lo primero, puedo darles unos ejemplos en esta urbe de que los que somos de la edad de cuidar nietos tenemos muchas dificultadas no solo en la circulación sino en pasear por las mismas aceras de esta ‘cidade fermosa’. Hay nuevas normas que dan prioridad a los motoristas para adelantar y posicionarse en primera fila ante un semáforo. Muy bien. Pero una gran parte de estos motoristas son como moscas que adelantan por ambos lados de un coche y se plantan delante del semáforo. Con los pocos reflejos de un posible octogenario la escena del peligro al arrancar con luz verde está servida. Además, estoy por ver a un motorista que cumpla con las velocidades máximas cuando circulan por las calles de esta ciudad, especialmente García Barbón y Pi y Margall, para dar ejemplos. Pasemos a las peripecias en las rotondas y en especial las nuevas señalizaciones en la más famosa: Coia. 
En primer lugar, el gran éxito de poner al ‘Bernardo Alfegeme’ en el centro tiene un inconveniente, cuando se acerca a la rotonda tapa por completo la vista del conductor, como si fuese un muro. Aquí no termina la saga. Cuando por fin decide entrar en la misma, para entender las líneas de los carriles hay que volver a la escuela de conducir. Uno quiere ir a Samil y termina en el súper de Alcampo. Ahora le toca a las aceras. Cuando se introduzco la obligación de modificar los bares y cafeterías después de la prohibición de fumar, el truco era poner mesas en las aceras. Luego fueron protegidas con tabiques para resguardar a los clientes de las clemencias del tiempo. ¿Qué pasó? El espacio para los peatones se redujo al ancho de un cochecito de niño/a invadido por camareros y perros. 
Además, pasear por la ciudad sigue siendo un calvario para los viejos/as al tener que esquivar a ciclistas, wasaperos, perros, monopatineros, motos aparcadas y furgonetas de reparto; la zona de la calle Elduayen, en la curva hacia el Paseo de Alfonso es un clásico. Consejo: más vale quedarse en casa, poner el video y ver al gran Bardem repartiendo disparos por todos lados.

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