Opinión

Las liebres y las tortugas

Se acuerdan del cuento infantil de la liebre y la tortuga? Esa fabula famosa con un mensaje filosófico de una carrera entre el más veloz de los animales contra el más despacio. Pues da la impresión de que estamos viviendo en el pleno centro de esa carrera al ver como se están desarrollando los actuales acontecimientos del planeta. No importa en qué dirección miremos, hay tortugas y liebres por todas partes. 
De vez en cuando aparecen las perdices para marearnos aún más. Abro un periódico, una página en Internet o un canal de televisión y ahí aparecen docenas, cientos y miles corriendo y arrastrándome en el vórtice del huracán mundial. Empecemos con las tortugas de las guerras. Hay varias que duran ya años, como las de Afganistán y Siria y otras que despiertan como la amenaza de USA a Corea del Norte. ‘¡O dejas de volar montañas o te mando la 7ª de Caballería!’ le dice el rubio al gordo. Pero la liebre sigue dormida que sería la madre de todas. ¡La III Guerra Mundial! Si pasamos a Europa nos encontramos con otra familia de mascotas domésticas. El Brexit sigue lento pero seguro a ninguna parte. El gobierno del Reino Unido tiene su propia tortuga que se empeña en dar vueltas sobre sí mismo mientras que la liebre europea duerme. 
Sin ir más lejos tenemos a la liebre de Cataluña que corre para un lado, vuelve, corre para otro buscando la salida a la independencia mientras que la tortuga, el gobierno central, sigue su camino, lento pero seguro a cerrar la puerta. ¿Y qué del calentamiento de la tierra? Miles de tortugas se mueven lentamente desde el polo norte y el sur, poco a poco dejando parte de sus caparazones de hielo, mientras otras tantas liebres corren en todas las direcciones armando desastre tras desastre climatológico con resultados devastadores. Incendios, huracanes y tsunamis por todo el planeta. Pero la enorme madre tortuga es la que se mueve más lentamente. ¡El nivel del mar! Ahora pasemos al ser humano que pertenece a la especie de tortugas más abundante y regular. Nacemos, crecemos y morimos con un promedio de vida variable que depende de nuestro hábitat. Este ejemplo sigue un curso muy poco alterado desde hace siglos. Aquí no hay liebres. Yo vivo en una ‘cidade fermosa’ que solo tiene liebres. Desde que comenzaron hace años las humanizaciones no han parado en arrasar. Cientos de estas cuatro patas de todo tipo, desde grúas a excavadoras, desde andamios (liebres durmiendo) hasta hormigoneras no hay un día que no paran de correr. Aceras que dan lugar a las tortugas y liebres humanas de todo tipo, geriátricos, perros, motoristas, furgonetas, bicicletas, monopatines; todos a su aire en la carrera diaria. Jardines, parques infantiles y árboles dan espacio a los más lentos.
 Según el jefe de la Muy Leal, la única tortuga durmiente parece estar en Santiago y vive en un gran palacio rodeado de unos más pequeños. Finalmente está el que suscribe. Me pregunto si soy una tortuga o una liebre. Veremos. Comencé la vida, como todo otro ser humano, lleno de energía que siguió aumentado, aunque a pasos menos acelerados hasta llegar a un punto en donde de repente la vejez se asoma al espejo y me confirma que me he transformado en tortuga. Mi última novela es una antología que recopila pensamientos y anécdotas similares a este pequeño ensayo que refleja ese momento en la vida en que ya no cabe lugar para más preocupaciones. Les doy paso a las nuevas generaciones de liebres y tortugas que ya comienzan a tropezar con las mismas piedras que hicimos los viejos.

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