Opinión

Calma chicha en Gibraltar

Hay que resistirse a creer que la actitud del Gobierno español en el mes de agosto cuando estaba en su punto álgido el enfrentamiento con Gibraltar era una cortina de humo para ocultar que el ‘caso Bárcenas’ se encontraba igualmente en un momento determinante con las investigaciones del juez Ruz en marcha, porque el desafío de Fabián Picardo había sido suficientemente grave como para hacerse acreedor de una respuesta contundente con una mayor rigidez de los controles en la verja y toda una ofensiva diplomática que llegó hasta las puertas de Bruselas.

Hete aquí que un mes después ni el presidente del Gobierno se emplea a fondo durante su intervención en la Asamblea General de la ONU para pedir la descolonización de Gibraltar, y apenas ha ido más allá de las fórmulas protocolarias que se utilizan en cada ocasión por todos los presidentes del Gobierno español, al señalar que el anacronismo de la existencia de una colonia en Europa supone “inconvenientes” a los habitantes de un lado y otro de la frontera, y la petición de un diálogo bilateral sobre la soberanía, pero sin hacer referencia a los asuntos que han motivado la última crisis diplomática, el lanzamiento de los bloques de hormigón que impiden faenar a los pescadores españoles en los caladeros tradicionales, con la suma de otras cuestiones sin resolver como la actitud de Gibraltar para ganar terreno al mar, el bunkering , el incremento del contrabando o que el Peñón constituya uno de los paraísos fiscales que existen en la Unión Europea.

Pero es que además la intervención de Rajoy en la ONU ha coincidido con la visita a Gibraltar y a España de los inspectores de la Unión Europea para estudiar, exclusivamente, los asuntos relativos al paso de la frontera, el tráfico de personas, las colas para entrar y salir del Peñón, y el tráfico de mercancías, el contrabando. ¿Cómo no recordar las palabras en sede parlamentaria del ministro García-Margallo en las que afirmaba que “los inspectores de la Unión Europea vendrán a investigar lo que nosotros pedimos”-la falta de respeto a las normas medioambientales internacionales, su laxitud en la lucha contra el contrabando y el fraude fiscal- “o no vendrán”?

Pues los inspectores han venido a ver qué pasaba en la frontera, a ver cómo se llevan a cabo los controles “aleatorios” y se les ha mostrado las múltiples pruebas de ingenio para tratar de contrabandear tabaco, y tras no decir palabra se fueron sin dar noticia siquiera de si habrá y cuando informe de recomendaciones. Como en el conocido soneto con estrambote cervantino, el comité de técnicos “miró al soslayo, fuese y no hubo nada”.

Que Gibraltar actúa con deslealtad institucional mientras Londres mira para otro lado es una evidencia, y que el Comité de Descolonización de la ONU volverá a ver otra resolución de compromiso entre dos países ‘aliados y amigos’ es más que factible. Pero lo más grave es que el Gobierno no ha podido imponer a Bruselas su criterio de que investigue todas las irregularidades que se producen alrededor de Gibraltar, y que vendrían a demostrar el escaso peso de sus posiciones. De ahí que el ministro principal de Gibraltar saludara la presencia en su territorio de los técnicos europeos como una gran noticia mientras en España se le daba a la visita un ‘perfil bajo’. Tan bajo como el del discurso de Rajoy, que cifra parte de sus esperanzas de recuperación del peso internacional de España -¡defensa de la Alianza de Civilizaciones incluida!- en la obtención de un puesto en el Consejo de Seguridad en el bienio 2015-2016.

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