Opinión

Y nuestro Macron, ¿dónde estará?

De acuerdo: un tal Emmanuel Macron, un personaje por el que nadie hubiese apostado hace ocho meses, llegará, con bastante probabilidad, a la Presidencia de la República Francesa. Es verdad que porque la otra opción es peor, pero ¿acaso no ocupamos los sitios que ocupamos porque se han quedado libres? Pues eso: que sin partido `consolidado`, sin sedes por el territorio, sin contar con más apoyos conocidos que los de algunos financieros y muchos medios de comunicación, además, claro, de los votantes, Macron se ha alzado con el máximo poder -y es mucho poder- en la que posiblemente sea ya la tercera potencia económica y política del mundo. Y, cuando las barbas del vecino veas pelar, pon la gran pregunta a remojar: y nuestro Macron, ¿dónde estará?
Con indudable habilidad, porque sabe bastante de política, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, se ha proclamado par de figuras internacionales tan atractivas ahora como Macron o el canadiense Trudeau. Aunque, por supuesto, hay sus diferencias... La Moncloa, con su característica prudencia, tan excesiva a veces, no ha querido inmiscuirse en el proceso galo, lleno de peripecias y de grandezas democráticas: sí, porque esas primarias, abiertas a los votantes y no solo a la militancia, son un signo democrático avanzado que por estos pagos nadie, tampoco el PSOE acobardado ante sus propias muestras de pureza democrática interna, se ha atrevido a dar. Quizá en algún momento Rajoy hubiese apostado por Fillon, que pronto quedó desprestigiado por sus conocidos desmanes 'familiares'. Y, desde luego, los socialistas, embebidos en su propia pugna por llegar al principal sillón de la calle Ferraz, no están para comparaciones con el vecino del norte, ni para preguntarse por qué diablos los franceses han dado tan claramente la espalda al candidato del PSF, Benoit Hamon.
O sea, que posiblemente el Macron español aún está por llegar y seguramente no será ninguno de los tres que, avales en mano, luchan por hacerse con la Secretaría General del partido más veterano, con mayor y mejor historia, de España. Ni, por supuesto, Macron va a ser un Mariano Rajoy que busca perpetuar, soltando dinero de norte a sur para que le aprueben unos Presupuestos necesarios, la que sin duda será su última Legislatura. ¿Rivera entonces? ¿Algún líder regional que no ha dado el salto, como Núñez Feijóo? ¿Algún otro aspirante a hacerse con el liderazgo del centro derecha con alguna adherencia o pegatina progresista, como Soraya Sáenz de Santamaría si le saliese bien su aventura catalana?
La incógnita no está en cómo será el rostro que suceda a Rajoy tras un proceso político que, comenzando por todo lo que vaya a ocurrir en este mes de mayo, será apasionante. La gran incógnita, más allá de nominalismos y simplificaciones, debería ser con qué fórmulas se llegaría a la Presidencia del Gobierno del Reino de España. He leído muchas de las entrevistas -magnífica una del 'Nouvel Observateur'- que le han hecho a Macron a lo largo de su fulminante carrera desde que se le empezó a ver como posible solución frente al avance del peligro lepenista: propone cosas concretas para problemas concretos, habla al ciudadano, no a correligionarios de los que, por el momento, carece.
España, afortunadamente, no tiene otro peligro populista que el que proviene ocasionalmente de las salidas de tono de Pablo Iglesias, aunque es verdad que una victoria de Pedro Sánchez en las primarias podría reportarle -no he escuchado a Sánchez negarlo con la claridad debida- un aliado, o un factor de moderación, quién sabe, de las intemperancias del secretario general de Podemos. Y, por otro lado, sigo pensando que, antes de diciembre y para solucionar el incordio de los independentistas catalanes, habría de formarse un Gobierno 'negociador' de coalición, en el que entrase Ciudadanos junto al PP, que ya habrá pasado por el calvario de su propia depuración anticorrupción. Y al que habría de incorporarse un PSOE 'racionalizado' por Susana Díaz en alianza con las demás tendencias. O eso, o el `gobierno de progreso` que quiere Iglesias... o una nueva mayoría absoluta para el PP; elijan ustedes.
Quiero decir que posiblemente no haya un Macron español. No uno, al menos: el hispanoMacron sería, como mejor opción a mi entender, una conjunción de fuerzas que designase a un equipo negociador más o menos apartidista para, con el inequívoco respaldo de la Jefatura del Estado, frenar el secesionismo catalán. Al fin y al cabo, lo que hay que hacer, con una política generosa -se ha empleado con Euskadi, se empleará con Canarias, para sacar adelante los Presupuestos- e imaginativa, es conquistar el corazón, el bolsillo y la voluntad de ese siete por ciento de catalanes que exigen pasos adelante y que, si se pasan decididamente al bando no independentista, dejaría al secesionismo con un 42 por ciento de partidarios. Y entonces, adiós independencia, adiós. Animo, porque no es tan difícil como parece, aunque fácil no vaya a ser. Ya ve usted: ni Macron pensaba, hace no muchos meses, que iba a sentarse en El Elíseo, y ahí le tiene.

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