Opinión

Los peces, igual que hace dos mil años

En Vueling suelen perder las maletas con mucha facilidad, incluso se diría que con demasiada prodigalidad. Las de mi mujer, por ejemplo, tres veces en los últimos cinco vuelos en los que se ha atrevido a volar en sus aviones. En esos aviones en los que, en el colmo de la originalidad, te desean que tengas un buen “vueling” y después te pierden las maletas. En esta última ocasión también las mías.
Lo anterior no quiere decir nada. Cuando elevas la oportuna reclamación, al fin y al cabo se trata de una compañía aérea de altos vuelos, te dan un papelito que comienza diciendo “lo sentimos mucho” en el que te aseguran que si quieres estar informado debidamente de la localización de tu equipaje debes entrar en www.vueling.com y acceder al apartado “Servicios Vueling / Incidencias de equipaje”. Aunque solo sea por curiosidad, háganlo, sufridos lectores. Comprobarán la enorme dificultad de encontrar, si es que lo encuentran, el apartado que les indican. 
Entonces deberán llamar a un 902. Al hacerlo pagarán ustedes la llamada que realizan para reclamar información por una pérdida de la que son responsables ellos. Lo peor es que si tu maleta “vueling”, es decir, si tu maleta ha volado, te has de ir preparando para no recuperar ni la octava parte del valor de lo perdido… o sustraído: gafas de ver de cerca, medicamentos, cosas así, sin importancia, ya saben… pequeñeces.
Entre esas pequeñeces venían un par de mantelitos de esos que venden en los tenderetes que montan en Pompeya para deleite de los turistas y visitantes que así recordarán su visita al menos, como sucederá en mi caso, en el caso de recuperar lo perdido, cada vez que tomen el desayuno.
Quiere decirse, aunque no creo que lo esté logrando con muy buena fortuna, que se tratan de esos mantelitos individuales que te ahorran el hecho de tener que poner un mantel sobre la mesa y te permiten recoger las gotas del café con leche que, tu mano temblorosa de primera hora de la mañana, hubiesen depositado sobre la tela y ahora lo hacen sobre un plástico que durará lo que dure pues la inversión en los tales mantelitos no te ha conducido precisamente a la ruina.
En el caso de estos que han “vueling” con muchas otras cosas de mayor entidad y jerarquía o que, al menos, lo han hecho de momento, se trataban de unas reproducciones de unos mosaicos romanos del siglo I a.C. en los que figuran retratados diversos habitantes de las profundidades del mar, a saber: un pulpo, un jurelo de buen tamaño, un par de robalizas, tres o cuatro vieiras posada sobre el fondo o nadando mientras abren y cierran sus conchas con presteza; una morena, tres anguilas, en fin y por recordar algo, pues tampoco estoy seguro de que el jurelo sea un jurelo y no un corvelo o un abadejo. Ni tiempo me dio apenas para poder contemplar la fauna en ellos reproducida.
Lo que si pensé nada más verlos, a los animalitos navegantes de los mares, fue que sus formas y sus comportamientos son, al día de hoy, exactamente los mismos que los que lo fueron hace dos mil años, idénticos sus hábitos y sus reacciones, los estímulos que los determinan, en fin, que no ha cambiado nada y que, si esto es así y no debemos dudar de que así sea, no es como para sorprenderse que lo mismo es lo que sucede con el comportamiento humano. Y eso se descubre mejor que en ningún otro sitio de la Tierra visitando Pompeya o Herculano.
No hemos avanzado nada en la mejora de la condición humana. Como los animalitos de mis perdidos manteles individuales (venían en mi maleta, no en la de mi mujer) nosotros, los humanos, seguimos teniendo los mismos cuerpos que tenían los habitantes de Pompeya que fosilizó el Vesubio y no hemos cambiado nada en nuestra condición, nada en lo referente a nuestros hábitos, nada de nada, de nada.
Es bueno darse cuenta de ello de vez en cuando; recordarlo aunque, siguiendo viejas pautas, sea a cuenta de que alguien, quizá en el aeropuerto de Nápoles, te haya violentado las maletas, que es lo de temer pues la fama procede de dos mil años y no es de esperar que sea inmerecida.
Como tampoco es de suponer que la fama de Vueling en este tipo de cuestiones acabe siendo injustificada desde cualquier punto de vista. 

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