Opinión

Tres visiones distintas

La política europea está mostrando signos que anuncian nuevos tiempos, y no solo se mueven los banquillos en este país nuestro en el que Pedro Sánchez ya ha anunciado la más que posible presentación de una cuestión de confianza seguramente porque se teme que no va a poder sacar adelante una moción de censura. Sánchez  necesita con urgencia algún argumento que le permita dominar su propio partido en el que el silencio produce demasiado ruido y ha tirado de la dificultad que asalta a Rajoy para aprobar unos nuevos presupuestos. Los veteranos barones de la Gestora han vuelto a abrir la boca y a este  Pedro Sánchez recién incrementado en poderes las respuestas a sus políticas que inspira en la aristocracia de sus filas no le hace ninguna gracia. Hace poco le aconsejaba a Javier Fernández que expusiera sus críticas en el comité federal y no en los periódicos. El caso es que se ha convencido de que tiene que dar un par de mandobles para expresar que existe.
Pero donde se avecina movimiento es en Italia y en Alemania cuyas fórmulas de gobierno y futuros políticos parecen  estados contrapuestos. Alemania ha alcanzado un nuevo acuerdo que en el panorama español sería literalmente imposible. No es el primero que socialistas y conservadores obtienen para garantizar la gobernabilidad del país y, teniendo en cuenta el pragmatismo germano, sospecho que no será el último. Alemania es un gran país incluso a la hora de dar lecciones de generosidad parlamentaria, y no encuentra  obstáculos insalvables para alcanzar pactos de mínimos que propicien la fórmula de la Gran Coalición incluso respetando la presencia de Merkel como líder. El SPD acepta y Merkel volverá a ser canciller por cuarta vez consecutiva.
En Italia las cosas son muy distintas porque la política italiana es distinta a cualquier otra política desde mucho antes de que finalizara la II Guerra Mundial que los italianos concluyeron declarándose su doméstica guerra civil. En Italia ya no existen los partidos tradicionales porque sus respectivos líderes se encargaron en su momento de laminarlos con sus propios comportamientos. Hoy se llamaban de cualquier otra manera, se asocian y se divorcian con carácter aleatorio y  proponen un caos perenne que milagrosamente no incide en la marcha del país mismo. Cualquier otra nación de la tierra  sometida a una inestabilidad tan profunda y permanente como la italiana sería una ruina. Pero Italia avanza a la contra incluso de sus políticos achicharrados como Rienzzi en este perturbador tiovivo. Como dijo Galileo: “ eppur si muove”. Pues eso.

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