Opinión

El secreto de hacer buenas películas

Tras asomarme de madrugada a la ceremonia de entrega de los Oscar y comprobar que la Academia ya no da puntada sin hilo desnudando de espontaneidad y verdad un acto que está programado hasta el último detalle –incluyendo en este lote a los premiados- retorno a la visión de películas que alcanzaron justa fama cuando el proceso de otorgar las estatuillas tenía  menos  de impostura, no aquilataba tanto las exigencias de las causas de moda y tenia más presente la inspiración y el trabajo, virtudes que le sobraban a Juan José Campanella cuando rodó un film genial titulado “El secreto de tus ojos” que recibió el Oscar a mejor película en lengua no inglesa en 2010. Campanella es un director extraordinario que hizo obras de arte con cuatro pesos en el cine argentino (“El hijo de la novia”, “Luna de Avellaneda”) y dio luego el salto a Hollywood para dirigir episodios de conocidas series de televisión especialmente la casi eterna “Ley y orden” que le sirvió para  coger pulso y seguir haciendo estupendas películas en su país y en España.
He vuelto a ver “El secreto de tus ojos” en un pase de la tele pública de hace unas noches y me ha vuelto a fascinar hasta el punto de que estoy por considerarla entre las diez mejores películas de corte policial de la historia del cine gracias a la inspiración de sus autores, a las bondades de un equipo técnico francamente competente y a la espléndida  actuación de su elenco de actores capitaneados por Soledad Villamil y Roberto Darín.
No soy ningún experto en cine ni esta columna es una sección de crítica cinematográfica. Más bien al contrario, soy un espectador medio que va al cine a divertirse y siente una conocida pasión por las películas del Oeste. Por tanto, estoy muy poco dispuesto en los aspectos técnico y no distingo un plano medio de un plano largo como me ocurre con el vino –estoy convencido que en una cata a ciegas estaría incapacitado para distinguir un Ribera de Duero de otro servido en un envase de tetrabrik- pero probablemente por eso, asisto a la proyección de películas sin motivos predeterminados. Así, he vuelto a ver un film glorioso que me ha emocionado y en el que todo, absolutamente todo, es bueno. Como esta parcela mía apuesta cada día por cualquier cosa, esta vez apuesto por recomendarles que vuelvan a verla los que ya hayan tenido el placer de contemplarla. Los que no la vieron nunca, prepárense para gozar una experiencia religiosa.

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