Cartas al director

articulistas

A lo largo de toda mi vida, y ya acostumbrado desde muy joven, he leído la prensa diariamente. Si algún día he fallado la culpa hay que achacársela y la ha tenido lo extraordinario y excepcional del día. Así no es raro, -sería lo excepcional-, que haya pasado de un periódico a otro hasta asentarme definitivamente en uno regional y otro nacional de compra diaria, amén de repasar otros varios dispersos por bares y cafeterías. Y tengo que decir que a algún establecimiento voy única y exclusivamente por ver lo que dice este o aquel periódico dejando aparte la calidad del café o del servicio. Que en este mi pueblo, de ambos hay. Y a escoger. Alguna vez he repetido bar para releerlo otra vez. Algún que otro digital también se me cuela de cuando en vez.
Así me he dado cuenta de que sigo casi religiosamente a este o aquel articulista, gente en apariencia sesuda, con estudios y sin incapacitación psiquiátrica conocida, aunque muy raras veces también he visto como se expulsaba a este o aquel grandísimo firmante, con varios premios literarios, por meter la pata o no dar la talla.
He comprobado como algún que otro, quizá debido a la edad, ha perdido aquel frescor de antaño y creo percibir más que la duda o indecisión la falta de soportes o cimientos a lo que quiere decir y no dice abiertamente o equivocadamente, alguna que otra vez y que luego tiene que corregir a prisa y corriendo. Poco importa y de poco le sirve a otros que lo saben todo de literatura, excepto como disfrutarla, llegar al meollo del lector. Y siento pena por ellos, que se siguen creyendo continúan, como otrora en el “candelabro”.
Si alguno duda de lo que hasta aquí he tecleado, para demostrarlo sobran y ahí están las páginas de tantos periódicos.